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Actualizado: 9 de octubre de 2025
Por el oficial supo el Conde asimismo que don Braulio no hacía más que un mes que estaba en Madrid; que disfrutaba un sueldo de 3.000 pesetas, menos el descuento; que tenía fama de excelente empleado; que la iba justificando con trabajos que el mismo Ministro le encomendaba; que era un hombre de cuarenta y cinco a cincuenta años de edad, aunque parecía más viejo, porque estaba bastante calvo y muy achacoso; que sólo llevaba tres años de matrimonio; que no tenía hijos; que su mujer, doña Beatriz, y la hermana de su mujer, llamada Inesita, eran de un lugar de la provincia de Córdoba, donde él había estado de Administrador de Rentas; que poco después de la boda le habían trasladado a Sevilla con ascenso; que en Sevilla él y su familia habían vivido muy apartados del trato de las gentes; que ahora vivían en la calle del Olivo, en el piso tercero de una casa cuyo número también le dió, y que eran todos tan hurones, que apenas se trataban en Madrid con alma viviente.
Las familias, que apenas se han visto en la semana, se reúnen a la salida de la iglesia para ir a saludar a la madre ciega, a la hermana enferma, al padre achacoso. Los viejos ese día se remozan. Los veteranos andan con la cabeza más erguida, muy luciente el chaleco blanco, muy bruñido el puño del bastón. Los empleados parecen magistrados.
Creyendo lo primero, iba a dar la comisión por aprobada la base, cuando se levantó un pobre cura, viejo ya, y achacoso como viejo, que había obtenido voz, pero no voto, en el salón, por una especial merced de los congregados, a protestar contra las palabras del presidente.
Lepe llegó el primero, y al parecer de buen humor, pero con los labios plegados por una sonrisa de incredulidad que daba pena; Infolio era un anciano achacoso, gastado e impotente para gozar lo que soñaba; Tizona traía melladas las armas, el cuerpo cosido a cicatrices, y alguna herida fresca todavía.
El muchacho ágil y fuerte se hizo de la noche a la mañana hombre enclenque y achacoso, y sus ambiciones de comerciante y sus entusiasmos de viajero quedaron reducidos a un continuo meditar sobre lo inseguro de los bienes terrenos, y la infalible justicia con que Dios Nuestro Padre y Juez sienta la mano al pecador.
El ventisquero me representó un monstruo enorme de hielos puntiagudos que avanzaban á mi encuentro; ese mar de Granville, un ejército de olas enemigas que concurrían acordes al asalto. Mi huésped no era viejo, pero sí achacoso, enfermo. A pesar de que estábamos en agosto tenía cerrada la ventana.
El viejo Brull no quiso tolerar por más tiempo las calaveradas de su hijo y le hizo abandonar los estudios. No sería abogado: al fin no era necesario un título para ser personaje. Además, se sentía achacoso; le era difícil vigilar en persona los trabajos de sus huertos, y necesitaba la ayuda de aquel hijo que parecía nacido para imponer su autoridad a cuantos le rodeaban.
En la soledad del viejo castillo, cerca de aquel anciano achacoso y colérico, las horas nos parecían demasiado breves cuando nos encontrábamos en aquel santuario del estudio y de la amistad. A los días indiferentes y tranquilos de la infancia, debía suceder la edad de oro de la juventud, con sus quiméricos encantos, sus grandes ilusiones y su inmenso porvenir.
Y Sarrió contesta: No lo sé yo a punto fijo, pero era un gran personaje de entonces. Lo que sí recuerdo es que iba todo afeitado. Vuelven a callar. Y Azorín se acerca la copa a los labios y piensa que en la vida no hay nada grande ni pequeño, puesto que un grano de arena puede ser para un hombre sencillo una montaña. Verdú está cada vez más débil y achacoso.
La esclavitud, el deshonor y el incendio, eran las consecuencias á que se entregaba el vencido, de aquí el que las resistencias fuesen tan tenaces como el ataque. En el poético canal que se abre frente á Albay y que divide la isla de Bataan de la de Cagraray, achacoso y octogenario vive el célebre comisario Juan, héroe de una de las correrías moriscas.
Palabra del Dia
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