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Actualizado: 7 de junio de 2025


En la madrugada del siete de Abril de 1880 nos embarcamos en una falúa, habiendo puesto previamente en el bote que nos había de acompañar, escalas, cuerdas, picos, barretas y cuantos instrumentos creímos habían de sernos necesarios para explorar las costas del célebre Canal que divide las islas de Batan y Cagraray.

Navegando en popa llevábamos rumbo derecho en demanda de la bocana del Canal de Cagraray. La pantalla que nos cerraba los horizontes del Poniente, en la extensa punta de Calao-Calanan, fué desapareciendo á medida que íbamos ganando en altura, dibujándose primero una ligera nube, que poco á poco fué aclarándose hasta mostrarse á nuestra vista el canastillo de flores que forma el Cabo del Diablo.

La esclavitud, el deshonor y el incendio, eran las consecuencias á que se entregaba el vencido, de aquí el que las resistencias fuesen tan tenaces como el ataque. En el poético canal que se abre frente á Albay y que divide la isla de Bataan de la de Cagraray, achacoso y octogenario vive el célebre comisario Juan, héroe de una de las correrías moriscas.

Nuestros temores eran por desgracia bien fundados. Pupen robó, y Beten, no teniendo qué vender, vendió su cuerpo. La cueva de las calaveras. Una vez que descansamos de las fatigas propias de jornadas teatrales tan largas como las anteriormente descritas, nos propusimos visitar las grutas de las calaveras de la isla de Cagraray, situada frente por frente á Legaspi.

La voz apagada y gangosa, sin duda por las húmedas brisas de Levante, modulaban una y otra vez voces de mando, que daban por resultado quedar la escota en su cabilla á la mirada de nuestro práctico. Los contornos de la bocana de Cagraray se hacían por momentos más perceptibles.

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