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Actualizado: 26 de noviembre de 2025


2 Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto comemos; 4 Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis. 5 Mas sabe Dios, que el día que comiereis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como dioses, sabiendo el bien y el mal.

39 oirás desde los cielos, desde la morada de su habitación, su oración y su ruego, y harás su juicio, y perdonarás a tu pueblo que pecó contra ti. 40 Ahora, pues, oh Dios mío, te ruego estén abiertos tus ojos, y atentos tus oídos a la oración en este lugar.

Melchor quedó un largo rato con la cabeza apoyada en la mano izquierda contemplando la carta que conservó en la derecha, mirándola con los ojos desmesuramente abiertos, como si pretendiera ver algo más allá de aquellos renglones trazados por la mano de su madre idolatrada, hasta que de pronto la llevó a sus labios y la besó...

Iba Rita a entornar la puerta, llena de pavor, cuando vió a los pies del lecho alzarse una figura delicada y gentil, que avanzaba hacia ella con los brazos abiertos, y a poco tuvo a Carmen acariciada sobre su corazón viejo y bondadoso. Salieron las dos por el corredor adelante, y la anciana iba preguntando, atónita: Pero, ¿qué tiene Julio?

El P. Jacinto, acostumbrado al espectáculo de la muerte y familiarizado con ella, cerró piadosamente los ojos y la boca de la difunta, que se habían quedado abiertos; puso sus manos en cruz, y la extendió en el lecho.

Muchos se habían subido á los techos de los vagones, y saludaban abiertos de brazos y piernas como una X. Casi todos se habían puesto en cuerpo de camisa, con las mangas dobladas sobre los brazos, lo mismo que los marineros cuando se preparan para una maniobra. ¡Son ingleses! exclamó don Marcos . ¡Ingleses que van á Italia!

Miró tiernísimamente doña Guiomar a su enamorado, que al decir sus últimas palabras osó besarla las manos, por lo cual no se ofendió ella, aunque las recogió, y dijo: Tornando a lo que me dijisteis sobre si mi madre podía tener versos de un amador desdeñado, os diré, que si mi madre no era fácil para el amor, éralo, ¿y qué mujer no lo es? para la vanidad; y que aunque volvió a don Baltasar los versos que os he recitado y otros muchos, no fue sin guardarlos trasladados; lo que era causa de que don Baltasar, que veía, que si bien se le devolvían sus versos, eran leídos, como lo demostraba el ir abiertos los papeles en que se contenían, alentase esperanzas, y siguiese a mi madre a cuantas partes iba, y la diera música, y la rondase eternamente la calle, que de ella no se apartaba sino para comer de prisa y dormir breves horas.

Las señales de espanto reaparecieron alrededor de sus labios, y sus ojos abiertos sondeaban los espacios con una especie de extravío, su propio pensamiento la arrastraba, y, sin embargo, era ese mismo pensamiento el que, hacía un instante, le había inspirado el valor de arrojar a sus enemigos un victorioso reto.

Nuestro héroe, durante un rato, no pudo articular palabra. La voz se ahogaba en su garganta. Estrechó contra su corazón aquél frío cuerpo inanimado, cubriéndolo de besos ardientes. La señora tenía abiertos los ojos, y miraba con melancólica dulzura á su fiel adorador. A pesar de sus horribles heridas y del lastimoso estado de su cuerpo, la noble dama vivía.

Las tinieblas eran para la mayor parte de ellos lo mismo que el claro día. Algunos dormían con los ojos abiertos.

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