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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Quizas no será difícil descubrirlo en la misma apología; quizas no sea difícil notar la vanidad insufrible, el carácter áspero, la petulancia, la maledicencia, que le habrán atraido el odio de los unos, el desvío de los otros, y que habrán acabado por dejarle en el aislamiento de que injustamente se lamenta. El arruinado.
El odio al árbol y el odio a la luz... Aquí, en la ancha cocina de la posada, esta noche, al cabo de tres siglos, un viejo me dice: En este pueblo las casas tienen las ventanas y las puertas cerradas siempre. Yo no recuerdo haber visto algunas nunca abiertas; los señores salen y entran por las puertas de servicio, a cencerros tapados.
Rióse este al verla, y extendiendo la mano prontamente, cogióla por el papel; la mosca echó a volar dejando su molesto apéndice en manos del niño, y la pobre criatura, alborozada con la presa, púsose a leer el contenido de la misiva... Mas su gozo desapareció de repente, tornándose lívido al descifrarla, dando una media vuelta en el asiento cual si le hubiesen aplicado un hierro candente, fijando una mirada de odio feroz, de rabia pronta a desbordarse en el inofensivo Tapón, que muy alborozado, lanzaba al aire en aquel momento su decimosexto clamor de «¡Muera el padre Bonnet!». A espaldas de ambos seguía el malayo con maligna curiosidad aquella muda escena, que tenía a la vez mucho de infantil y de terrible.
Lo creo respondí procurando quitar a mis palabras la dureza y sequedad que quería infundirles el corazón . Nosotros agradecemos el auxilio que nos están dando nuestros aliados, más por odio al común enemigo que por amor a nosotros; esa es la verdad.
Se le ve en la cara el odio que guarda á su verdugo, y á la verdad, me placen los hombres que saben preparar una venganza justa y mostrar un poco de hiel cuando llega la ocasión. ¿No sería más humano y más noble mostrar un poco de amor al prójimo? preguntó Roger. Sermoncico tenemos, dijo Simón.
Arrojados de España por el fanatismo antisemita, vinimos a parar a Austria, donde somos hoy víctimas de no menor absurdo fanatismo. Y no es lo peor el odio, sino el infundado desprecio con que nos tratáis. ¿Qué he hecho yo, qué ha hecho mi casta para que seamos así menospreciados? El dinero que ha ganado mi padre y el dinero que he ganado yo, ha sido ganado honradamente.
Y como doña Clorinda era ahora adversaria implacable de Alicia, y Atilio admitía ciegamente las ideas y caprichos de «la Generala», una sorda animosidad empezó á surgir entre los dos hombres, que hasta entonces se habían tratado con amable indiferencia. ¡Las mujeres! murmuraba Toledo al observar este odio progresivo . Bien decía el príncipe...
Sabiendo por la Filosofía Moral las pasiones que se excitan para la fuga del mal, como el temor, cobardía, odio, envidia, ira, enojo, &c. y las que se mueven por el bien, como el amor, alegria, deseo, complacencia, &c. qualquiera conocerá á la presencia de los objetos sensibles la pasion, ó pasiones de que se halla agitado, segun los contempla buenos, ó malos, dignos de prosecucion, ó de fuga.
Le odio, le detesto, no le tendría compasión aunque le viera asado en parrillas. Sólo por acabar con ese condenado, entraría yo en la conspiración. ¿Pues que te ha pasado con él? le preguntaron. ¿Qué me ha pasado? dijo Pinilla, lívido de cólera. Hace algún tiempo iba ese señor á Lorencini. Una noche hablaba yo en contra del absolutismo y de los frailes: todos me aplaudían, y él también.
Acuérdate también, Clara mía, de lo que la has querido. ¿Cómo es posible que me odies a mí que te quiero tanto, a mí que te miro y te he mirado siempre como un ángel bajado del cielo? Yo no te odio, Elena... pero amo a mi hermano como hermano y como padre. Tienes razón. Despreciadme, maldecidme. Hice traición al mejor de los hombres.
Palabra del Dia
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