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En dicho templo hay un cuadro muy digno de llamar la atención, no por su mérito artístico, que es completamente nulo, sino por la fuerza terrorífica de inventiva de su autor.

«¡Cristo!, ya le tenemos otra vez con el dichoso dengue... chilló Nicanora, reponiéndose al instante de aquel gran susto . Pobrecito mío, hoy viene perdido...». Don José entró a pasos largos y marcados, con desplantes de cómico de la legua; los ojos saltándosele del casco; y repetía con un tono cavernoso la terrorífica palabra: ¡adúuultera!

Ahora echaba miradas torvas al grupo contestando distraídamente al conde de Cotorraso, que desde hacía algún tiempo le mostraba una terrorífica predilección cogiéndole de la solapa dondequiera que le hallaba para explicarle su nuevo método de destilación del aceite. Con su lujosa casaca y peluca blanca de caballero del siglo pasado, el joven concejal no había ganado en dignidad. Parecía un lacayo.

Cuando te parezca dijo con voz sorda, para inspirar mayor pavor, saldremos a matarnos. Aquí no, porque el Montañés es amigo y no quiero comprometerlo. Fermín levantó los hombros, como si despreciase esta comedia terrorífica. Ya hablarían de matarse, pero después; según lo que resultara de su conversación. Ahora al grano, Luis. sabes el mal que has hecho. ¿Qué es lo que piensas para remediarlo?

El proteger a un ser débil, desarmado, ignorante del peligro y que se fía de nosotros, es misión de una terrorífica dulzura. En aquella noche de viaje comprendí los transportes y las angustias del amor, todo ternura y todo temor; lo comprendí viendo dormir a aquella niña casi desconocida de la que una ironía de la suerte me hacía en aquel momento único protector.

»Pero, aunque poco, al fin hablaba, y removía y oreaba las ideas; y aquella terrorífica que antes la perseguía sin sosiego, ya no la martirizaba tanto. »Sólo delante de Guzmán se despertaba y embravecía; y no me maravillaba, después de haberme confirmado la infeliz lo que recelaba yo: aquel pecado mío era, a los ojos de su pudor de hija, el más abominable de todos los del vergonzoso catálogo.

Enlutábanse con cortinados negros la sala y cuadra, alumbrándolas con un fanal o guardabrisa cubierta por un tul que escasamente dejaba adivinar la luz, o bien encendían una palomilla de aceite que despedía algo como amago de claridad, pero que realmente no servía sino para hacer más terrorífica la lobreguez.

Di , parlanchín gritó una voz detrás del corrillo . ¿Se ha muerto también la Pimentosa? Para eso va. Esta mañana despertó con el mal. ¿Ha bebido agua? Ha tomado los mismos polvos como medicina. Una exclamación de horror acogió esta terrorífica aseveración. ¿Quién se los ha dado? Curas y frailes que todos son unos.

Pero hombre, ¿sigues todavía con la manía de dejarte esas barbas disparatadas? manifestó Reynoso, un poco amostazado por el susto que había recibido su esposa. Sin duda creía que la traza terrorífica de su amigo dependía exclusivamente de la barba. Era un error.

Quedaba Pisa y allí fueron. Quiso ver el Campo Santo y la terrorífica obra maestra de Orcagna. Aquellas pinturas fúnebres, aquellos cuadros de la Muerte, dueña de la vida, la impresionaron fuertemente y salió de allí más muerta que viva. Entonces expresó el deseo de ir hasta Roma.