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¿Y para eso servía la riqueza? ¿Y ésta era la alegría de un pueblo opulento, que teniendo una existencia que embellecer la martirizaba y ennegrecía con el tedio, creyendo en otra vida problemática, bajo el testimonio de ciertos hombres que tampoco la habían visto?... El doctor terminó enérgicamente sus protestas, viendo próximo el momento de tomar el tren.

Y la cruel sospecha de que Juanito pudiera conocer el secreto de aquel lujo que la familia había ostentado en medio de la ruina martirizaba a doña Manuela. Sólo la suposición de que sus sospechas pudieran resultar ciertas la hacía sentir intenso remordimiento.

»Pero, aunque poco, al fin hablaba, y removía y oreaba las ideas; y aquella terrorífica que antes la perseguía sin sosiego, ya no la martirizaba tanto. »Sólo delante de Guzmán se despertaba y embravecía; y no me maravillaba, después de haberme confirmado la infeliz lo que recelaba yo: aquel pecado mío era, a los ojos de su pudor de hija, el más abominable de todos los del vergonzoso catálogo.

¿Pues y la escrupulosa revista de roturas que pasaba cada día á sus dos pantalones, y los remojos, planchados y frotamientos con que martirizaba su gabán, prenda inocente que había encontrado un purgatorio en este mundo? En cuanto á su sombrero, basta decir que era un problema de longevidad.

Los zapatos pesaban como si fuesen de plomo: ¡malditos! ¡la primera vez que los usaba! La gorra le martirizaba las sienes; los pantalones tiraban de él como si llegasen hasta el fondo del mar y fuesen barriendo las algas. Calma, Juanillo, calma. Y arrojó la gorra, lamentando no poder hacer lo mismo con los zapatos.

En la mente de D. Fadrique no entraba la idea de la fervorosa caridad con que el hermano Toribio, á fin de salvar y purificar las almas de cuantos muchachos cogía, les martirizaba el cuerpo, dándoles rudos azotes sobre las carnes desnudas.

Una sed eterna, semejante á la de los condenados, martirizaba á aquellos infelices. ¡Qué otro placer al salir de allí, que la paz y la sombra de la taberna, con el vaso delante que daba una alegría momentánea, engañando al hombre con ficticias fuerzas para seguir aquella vida de salamandra!...

El viejo, insensible a las bellezas de su huerto, sólo ansiaba la cantidad. Quería segar, las flores en gavillas, como si fuesen hierba; cargar carros enteros de frutas delicadas; y este anhelo de viejo avaro e insaciable martirizaba a la pobre Borda, que, apenas descansaba un momento, vencida por la tos, oía amenazas o recibía como brutal advertencia un terronazo en los hombros.

«Y ese majadero la martirizaba de tal modo desde el primer día de matrimonio, que la infeliz, prefiriendo la libertad en la ignominia a una esclavitud insoportable, se escapa de la casa, y se echa otra vez a la calle, como en sus peores tiempos. En esto me encuentra y me pide amparo». Jacinta no había cerrado todavía la boca.

Bastante le martirizaba el recuerdo de su fuga á América. «No, no vendrán se dijo repetidas veces, con el optimismo del entusiasmo . Tengo el presentimiento de que no llegarán á París. ¡Y si llegan...!» La ausencia de los suyos le proporcionaba el valor alegre y desenfadado de la juventud.