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Se encogió, se envolvió toda en su manta, escondiendo los pies, las manos y la cabeza; pero las ratas corrían por encima, y saltaban, iban y venían con una algarabía espantosa. También contribuyó á aumentar el pavor de la niña una disputa que en el tejado vecino se trabó entre dos gatos bullangueros que lanzaban maullidos lúgubres y desentonados.

El buen señor no oyó, pues, los fúnebres maullidos del gato; no le vio entrar en la estancia con los bigotes tiesos, el lomo erizado, los ojos como esmeraldas atravesadas de rayos de oro, las uñas amenazantes: no le sintió saltar y hacer locuras cual si perdiera el juicio o estuviese tocado de mal de amores; no oyó sus horribles lamentos, seguidos de roncos bramidos, ni presenció la ferocidad con que a la postre se lanzó fuera, escalando la pared, cayendo, levantándose, subiendo por un poste, precipitándose por oscuros agujeros, para reaparecer luego desesperado y jadeante.

Y mientras soltaba sus juramentos, sacábase de la faja el pañuelo de hierbas, lo extendía, colocaba sobre él aquel montón de pelos y maullidos, y atando las cuatro puntas echó a andar con el envoltorio, abandonando el carro.

De cuando en cuando gritaba: «¡Miau! ¡Miau!», procurando imitar el maullido de los gatos y consiguiéndolo a medias. Acercose al fin a la puerta, y una vez allí repitió con más fuerza y más a menudo sus formidables maullidos. Hasta que salió Paca, y poniéndose en jarras comenzó a increparle. ¿Eres , so arrastrao, porconaso, escandaloso?

Pues así como se hallaba Paca comunicándome estos pormenores, oímos hacia el pasadizo de entrada unos formidables maullidos, que a me parecieron al principio de un gato monstruoso. Después empecé a dudar que fueran producidos por ningún individuo de la raza felina. Ahí está mi marío dijo la cigarrera, levantándose agitada. ¿Su marido? pregunté con sorpresa.

Hubo un momento de silencio, un compás de espera, durante el cual Fierabrás siguió imperturbable dando vueltas en torno de su esposa, lanzando ahora maullidos dulces y apagados, roncando y levantando el espinazo con voluptuosidad.

Y poniéndose en cuatro patas, comenzó a dar vueltas por la estancia, lanzando tales y tan verdaderos maullidos, que Julita quedó suspensa y estática, creyendo tener delante de y en realidad un individuo de la raza felina. Como no era cosa de dejar pasar tan oportuna ocasión de dar a conocer sus benévolos sentimientos hacia esta familia, dijo con profunda convicción: Mamo, apo.

Más quisiera oír los graznidos de todos los cuervos del coto, y los maullidos de todos los gatos del pueblo, que tu modo de destrozar la música seria. Te he dicho mil veces que cantes los cantos de la tierra. Eso, tal cual, se puede tolerar. Tu voz es flexible, y no te falta la gracia que ese género requiere. Pero tu malhadada manía de cantar a lo fino, no hay quien la resista.