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No me vengan a con revoluciones prosiguió, con salidas a la calle, gritando ¡viva la libertad! en la creencia estúpida que vais a vencer, con el solo esfuerzo del patriotismo y que los mandones se van a amilanar ante la opinión. ¡Pa los pavos! la opinión son los remingtons, ajo.

La Mariposa hablaba de su nieto a todo el barrio, augurando que algún día le verían entre los mandones; el Mosco reconocía en Isidro un talento que se aproximaba al de sus grandes ídolos; el señor Manolo el Federal lamentábase, a sus espaldas, de que un muchacho de tanto mérito no se inscribiese en el censo del partido.

¿Y quiere usted que yo, el pobre Pep de Can Mallorquí, sea pariente de su padre y su abuelo, y de todos los señorones que fueron amos de Mallorca y mandones del mundo?... Vamos, don Jaime. Vuelvo a creer que todo es una broma: su seriedad no me engaña. También don Horacio discurría a veces las cosas más chistosas, sin perder su cara de juez.

Mi ideal es el menos Gobierno posible; casi la negación del Gobierno; una anarquía mansa y compatible con el orden; un orden nacido armónicamente del seno de la sociedad y no de los mandones.

Ya sabe usted lo que es la disciplina. Yo era cabo en Cádiz; dieron el grito y tuve que echar detrás de los mandones, disparando tiros en contra de la religión, de la reina y todo lo antiguo y lo bueno. Es el pecado mayor de mi vida; pero Dios me lo perdonará, porque fui forzado y no tuve intención de ofenderle... Después salí del servicio y me dediqué a las cosas santas.

Ricos nunca lo seremos. ¡Aun si ese dinero fuese para nosotros!... ¿Es que lo regalais?... Se lo llevan los mandones. Con él pagamos la contribución. Aresti caminó un buen rato en silencio, admirando una vez más la sencillez, la humildad de aquella gente, dura para el trabajo, habituada á las privaciones, sin la más leve vegetación de ideas de protesta en su cerebro estéril.

La obra es por contrata; al contratista le dan sus buenos millones, y él hace el edificio como si fuese de cartón. Lo que importa es ganar dinero, mucho dinero, para partírselo tal vez con los mandones que le protegen. Los que conocemos el oficio temblamos de miedo al ver cómo nos obligan a construir.

Era una confusa maraña de brazos nervudos y desnudos saliendo del agua para sostener al santo; un pólipo humano que parecía flotar en la roja corriente sosteniendo la imagen sobre sus lomos. Detrás iban el cura y los mandones a horcajadas sobre algunos entusiastas que para mayor lustre de la fiesta, se prestaban a hacer de caballerías, llevando ante las narices el cirio, de los jinetes.

La pecunia les sobra, y no les falta á los mandones sino la buena volunta. Aquellos labriegos ignorantes pero de muy buen sentido, me daban en cierto modo la clave de la sociedad española. Con muy clara inteligencia comprendían perfectamente el interes del progreso en las comunicaciones, adivinando el fenómeno de la armonía en virtud del cual un adelanto engendra otros muchos.