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Lo , hombre, lo ; pero parece que me huyes. ¿Por qué es eso? ¿Huirte yo...? Nunca. Sabes que siempre te quise. Cuando subes a mi casa ya ves cómo te recibimos. Te debemos mucho: nos has abierto los ojos y ya no somos bestias.... Pero me canso de saber tanto y ser pobre; y lo mismo les ocurre a los compañeros. No queremos tener llena la cabeza y el vientre vacío... Pero ¿qué remedio nos queda?

Yo habría deseado decirle: «Angelina, mi dulce Angelina, óyeme: ¿por qué huyes de ? ¿por qué te muestras indiferente y desdeñosa con quien te ama? Antes no eras así; antes.... Te amo, Angelina, te amo. No puedo ofrecerte una fortuna, no puedo brindarte riquezas.... Nadie sabe mejor que que soy pobre y desgraciado. has sido desdichada también.

¿A dónde vamos? dijo el padre, cogiendo el brazo del muchacho; ayer no has comido en casa, y hoy no has almorzado. Y eso que tu padre estaba enfermo. Cualquiera diría que me huyes... Ven acá, que tenemos que hablar. Le obligó a entrar en el coche, y partieron. Nos hemos lucido pensó el chico, ahora me mata, , señor, y aquí no tengo escape. ¿Qué excusas voy a darle?

Mueres representando la fortuna que se aleja de casa, el prestigio que se pierde, la altivez que se desvanece; y cuando salgas de ella a altas horas de la noche en sucio carro para ser conducido adonde te explotarán por última vez, convirtiendo tu piel en zapatos, tus huesos en botones y tu carne en abono fertilizante, por la puerta entreabierta entrará la pobreza, la desesperación de una miseria disimulada, y quién sabe si la deshonra, eterna compañera de los que se aferran tenazmente a las alturas de donde les arrojan. ¡Adiós, Brillante! ¡Adiós, fortuna que huyes para siempre!

«Haz lo que debas y suceda lo que sucedaAsí terminó el cura los consejos paternales que le dió, para que siguiese impávida en la senda de la virtud. Á los pocos días, habiendo salido Varmen al olivar para buscar una gallina que se había extraviado, se presentó de repente á su vista el guarda. ¿Huyes? le dijo su perseguidor. ¡Huyes de , porque te acusa la conciencia!

Si no huyes, mi cuerpo te servirá de escudo y me matarán antes de que te maten. Plácido conoció entonces lo peligroso, lo imposible de la defensa. Temió más por la vida de ella que por la suya.

Fermín callaba, como si le aterrase el contacto de la verdad misterioso, cuyo roce creía ya sentir. Según eso dijo con una calma solemne, te consideras indigna de Rafael. Huyes porque hay algo en tu vida que puede avergonzarle, hacerle infeliz. contestó ella sin bajar los ojos. ¿Y qué es ello? Habla: creo que un hermano debe saberlo.

Tal vez más adelante, ¡pero ahora!... Ahora quiero ser tu compañero, tu hermano, lo que quieras que sea, pero al lado tuyo. ¿Por qué huyes de ? ¿por qué me cierras tu puerta como á un extraño?... Continuó desordenadamente sus quejas, sus protestas, sus rencores, por aquel alejamiento inexplicable.

La habían emborrachado con palabras, con luz, con vanidad, con ruido... con champaña.... Pero ahora sería una miserable si consentía a don Álvaro insistir en sus provocaciones. No quería venderse al sofisma de la tentación que le gritaba en los oídos: al fin don Álvaro no es canónigo; si huyes de él te expones a caer en brazos del otro. Mentira, gritaba la honradez. Ni del uno ni del otro seré.

Pero dime; si me amas, ¿nuestro infortunio no será mayor separándonos? ¿Por qué, pues, me huyes? Afirman que nos quieres abandonar a todos. ¿Qué propósito llevas? Porque el dolor sea general y necesario, ¿hemos de acrecentarle por nuestra voluntad, como lo acrecentarás si nos abandonas?