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Dice así: «Han de salir los pastores en dos hileras repartidos; delante de ellos el que tañe el psalterio ó tamborino: al son irán danzando hasta en medio de la iglesia, y allí harán algunos lazos, y tras de los pastores irán los ángeles con los ciriales, y si hubiere aparejo ocho ángeles que llevan el palio del Santísimo Sacramento, y debajo irá Nuestra Señora y San José, y llegarán hasta las gradas del altar mayor, y allí estará una cuna á modo de pesebre, y allí pondrán al Niño Jesús, y de rodillas Nuestra Señora y San José puestas las manos como contemplando; los ángeles repartidos á un lado y á otro, y mirando hacia el Niño, y estando de esta manera acabarán los pastores de danzar; y luego saldrá un ángel al púlpito y dirá lo siguiente... y los pastores, oyendo la voz, mostrarán espantarse mirando para arriba á una y otra parteLa acción del auto, al cual preceden estas instrucciones para la representación, es como sigue: El ángel anuncia á los pastores el nacimiento del Señor, y desaparece inmediatamente: los demás entonan un villancico en alabanza del recién nacido, y los pastores, al oirlo, resuelven buscar al Niño Dios; sigue después otro villancico, que cantan alternando ángeles y pastores, y éstos se acercan al pesebre, y cada uno de ellos ofrece al Niño un presente, y dice un par de estrofas: San Juan les da las gracias, y la Santísima Virgen les promete ser su intercesora .

»No puedo darme ahora cuenta exacta de todo lo que ocurrió en el resto de aquel día y durante la noche que le siguió; no si Ángel fue y vino varias veces o si no se movió de allí, porque tengo una idea de que faltó muy pocos instantes de mi casa hasta cerca de la madrugada; recuerdo vagamente también que estuvo Guzmán al anochecer, y el efecto terrible que le hizo la noticia que yo le di por entrar; que vio a Luz y que la habló, y que Luz tuvo también para él sonrisas y dulzuras de consuelo; que se apartó de ella a duras penas cuando entró el cura nuevamente para confesarla; que salió con los ojos enrojecidos y el pecho rebosando de sollozos; que, mientras el confesor cumplía su triste cometido, Sagrario, forzando todas las consignas de la puerta, entró hasta donde yo me hallaba recogida para llorar a solas, y se abalanzó sobre , hecha un mar de lágrimas; que se aumentó el raudal de las mías al verme delante de aquel cómplice y testigo de mis maldades; que cuando el cura se me acercó para darme otra enhorabuena y advertirme que de acuerdo con la enferma, se la daría el Viático al día siguiente para que le recibiera con la debida solemnidad, puesto que no corría prisa, Sagrario voló hasta la cama de Luz, de donde me costó gran trabajo separarla; y que con espantarse tanto como se espantó de la infamia de Leticia cuando yo la enteré de ella, se espantó todavía más de que yo no viera en sus estragos otra cosa que el castigo de mis culpas; tampoco recuerdo en qué paré esta corta entrevista con aquella loca de buen fondo, ni cuándo se marchó, ni cuándo se fue Guzmán, ni qué me dijo, ni lo que te dijo Luz al despedirle.

Avisado del peligro que corría su vida, en vez de espantarse ó temer la muerte, parecía que le salía al encuentro con generosidad y fortaleza de ánimo, confiado en la misericordia de aquel Señor que le había concedido cuarenta y ocho años para servirle en la Compañía, y treinta y ocho en las Indias.

Y por esta conciencia que tenía de lo ruin y miserable de propia, ¿cómo no dudar de lo que veía y tocaba? Y si creía en ello, ¡cómo no espantarse con la seguridad de que no me saldrían todas las cuentas que me había echado al proponerla lo que la proponía, ni qué pena, mañana, más terrible para ella que la de no verse capaz de hacer dichoso a un hombre que tan alta y regalada la había puesto!