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Además, siempre flotaban hasta sus alturas algunos despojos de las presas que hacía por abajo el cangrejo socarrón en su errabunda impunidad. Ferragut, al pasar de un estanque á otro, establecía mentalmente la gradación de los diversos órdenes de la fauna marítima, desde el boceto primitivo al organismo perfecto.

Casa-Vieja hablaba casi todo lo que tenía que hablar, que era lo menos que podía, con el sombrero sobre la sien izquierda, la mejilla derecha en la mano del mismo lado, el codo correspondiente sobre el velador, el enorme puro, con sortija, en la boca, cuando no en la otra mano, y la mirada errabunda y desdeñosa, sin interés ni codicia por nada.

Ramiro dio por disculpa su errabunda curiosidad y el deseo de indagar aquellas sospechosas costumbres de los conversos. Bien respondido replicó don Alonso si fuera yo algún oficioso impertinente y no el amigo fiel de vuestra casa, que os ha mirado siempre como a un hijo. Una pausa subrayó la intención de aquella frase.

Sotileza, con ser muy mujer, tiene algo de esfinge tebana, y el autor no ha hecho más que levantar una punta del velo sagrado. Todos los instintos de su rebelde y altiva naturaleza han recibido desde el principio una dirección extraña, merced a aquella vida errabunda de playa y de muelle de las Naos en que gastó sus primeros años. Su corazón es recio y duro para amar.

De aquí esa vida errabunda de los placers, esos mineros que jugaban en una noche una fortuna ganada en tres meses, esos juicios sumarios contra los que violaban la ley improvisada de los campamentos, esos aventureros formidables, héroes de garitos y terribles Don Juanes en un país y en una época en que los favores de las pocas mujeres que se aventuraban a vivir en un ambiente como aquél, eran disputados con el revólver. ¡Ay de los débiles y de los cobardes!

La admiración por este abuelo de vida novelesca se amortiguaba al pensar en su madre. Pobre, huérfana y olvidada de sus parientes, había tenido que casarse con un hombre que casi podía ser su padre, llevando fuera de España la vida errabunda de las familias del cuerpo consular.

El individualismo español encontraba un encanto irresistible en la vida errabunda del indio, con pocas leyes, ninguna autoridad, escaso trabajo, continuo viaje y un solo afecto: la familia.

Dos días después me despedía en Reinosa del Cura y de Neluco que me habían acompañado hasta allí, y de Chisco que había ido tirando del rocín que conducía mis equipajes; me acomodaba en los blandos almohadones de un coche del ferrocarril, y comenzaba a rodar hacia las llanuras de Castilla, con la vista errabunda por los horizontes, aún no abiertos a mi placer, y la cabeza atiborrada de pensamientos insubordinados e indefinibles.

Por mi voz que te nombra, por mi vida errabunda, por mi senda cubierta de propósitos muertos y de muertas venturas; por la luz que no encuentran mis jardines desiertos, por todas mis tristuras; unge mi pecho en un claror de luna, en un beso de brisas; dame el bien de todos tus misterios, noche bruna, y no me prives de tu luna. Amén.

Siendo muy niño, había dado muerte, con una navaja, al hijo de un alguacil. Después de cuatro años de cárcel, como sus padres quisieran colocarle en una tienda de platero, se desgarró para siempre. Su repugnancia por todo oficio mecánico y un exceso de voluntad errabunda le arrojaron por el camino soldadesco.