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Da vez en cuando enmudecía el coro y sonaba majestuosa la voz de don Joaquín soltando su chorro de sabiduría. ¿Cuántas son las obras de misericordia?... Dos por siete, ¿cuántas son?... Y rara vez quedaba contento de las contestaciones. Son ustedes unos bestias.

Ella había salido al encuentro de mi camino, en el que sólo había encontrado hasta entonces seres indiferentes. Yo no cómo amé a Valentina; pero cuando la veía, cuando ella me hablaba, la sangre no corría por mis venas, enmudecía y me abstraía en la muda contemplación de aquella criatura.

Tal vez el miedo le hizo callar; tal vez se imaginaba el infeliz que los del vehículo regresaban para darle auxilio, y enmudecía, arrepentido de sus exclamaciones anteriores. Ahora la ola fué más dura, más violenta. El automóvil se levantó como si fuera á volcarse, y hubo un chasquido de tonel que se rompe, estallando á la vez duelas y aros.

En este caso hasta se le soltaba la lengua y se ponía a hablar sobre cualquier asunto. Pero como se reunieran seis u ocho personas, enmudecía, incapaz de tener una opinión sobre nada. Si se veía obligado a expresarse, o porque se querían quedar con él o porque sin malicia le preguntaban algo, ya estaba mi hombre como la grana y tartamudeando.

Dudó primero de la discreción del aya, que era la encargada de recibirlas, y luego pensó que Pepe enmudecía, cansado de no obtener respuestas; mas pronto supo con temor que el silencio de su amante no obedecía a ninguna de estas causas.

A la mitad del almuerzo, ya nos había contado quién era, adonde iba, porqué había venido, quién era su padre, su abuelo y hasta un primito á cuyo solo nombre, largó un bufido muy pronunciado un respetable y obeso señor que estaba sentado á su lado, y que á grandes rodeos pues en esto, era lo único en que enmudecía Bertita supimos era su esposo.

Cada piso y cada puerta dejaba escapar por sus junturas y resquicios el rumor bullicioso que acusa la alegría; sólo en el cuarto segundo había silencio. Ante su entrada enmudecía la algazara, como si en el interior, triste o desierto, faltase quien festejara la santidad del día y el bienestar de una familia. También allí, sin embargo, se preparaba la cena, pero con más modestia y menos regocijo.

A veces, charlaba largo rato, sin cesar un punto, con cierta excitación nerviosa que prestaba brillantez a su conversación y alarmaba a Currita; otras, enmudecía de repente y quedábase pensativo y preocupado, sin prestar apenas atención a lo que en torno de él se hablaba. Hallábase muy perplejo; había comprendido desde luego que aquella extraña carta era la respuesta del .

Un silencio de estupor enmudecía á los tres personajes. El primero que le rompió fué el duque de Uceda. Encended las bujías, doña Ana dijo , venid después acá, y decidnos: ¿por qué razón, de una manera tan imprevista y tan enojosa nos encontramos aquí mi señor padre y yo?

El la llamó varias veces: ¡Aixa! ¡Aixa! ¡Aixa! palpándola los brazos, las mejillas, la garganta, los pechos; pero ella enmudecía, cadavérica y glacial sobre el mármol. Quiso calentarla la boca con la suya; y, presa él mismo de perversa tentación, la cubrió de apasionadas caricias. Nunca la halló más extraña y más dulce.