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Como á nueve leguas del Colorado encontre la Bahia de Brightman, etc." Desde entonces no se oyó hablar mas del Colorado, hasta la campaña de 1833, en que el Sr. General Rosas, cuyo cuartel general ocupaba las márgenes de este rio, ordenó que se emprendiese su reconocimiento.

Allí estaban cubiertos de glorioso polvo sobre la mesa del despacho diabólicos artefactos de acero y madera, esperando en posturas interinas a que don Víctor emprendiese el estudio serio de las matemáticas, de todas las matemáticas, que tenía aplazado por culpa de la compañía dramática de Perales.

Escogido, pues, el lugar para la nueva fundación, ordenó el P. Superior no se emprendiese la fábrica, sin haber hecho primero la sementera y tener con qué vivir: mas el pueblo no quiso esperar tanto, por ver siempre á sus ojos la muerte en aquel clima inficcionado mucho tiempo antes de la peste; por lo cual se vieron los Padres precisados á seguir los indios, y el P. Superior, pasando á San Joseph, halló solos á los Misioneros, que con su ajuar estaban ya de partida para seguir á los neófitos.

Desconfianza inspirará, sin duda, esta conducta, y nadie vacilará en afirmar, que quien intente satisfacer tan sólo aproximadamente medianas exigencias, ha de esforzarse, por lo menos, en dominar el asunto por completo. ¿Qué se diría del crítico, que sólo hubiese leído algunos dramas, de Shakespeare, y con tan someros conocimientos emprendiese la tarea de ilustrar á los demás sobre las excelencias y faltas del célebre poeta inglés? ¿Por qué razón, pues, no se calificará también de crítica ligera, la que se hiciese de Lope de igual suerte?

«¡No, no y no!». Que la dejasen a ella. Estaba haciendo bolsón sin que nadie lo sospechase.... En cualquier otra industria que emprendiese, con sus pocos recursos, no podría ganar la décima parte de lo que iba ganando allí.

El carácter de Ferragut renació en él con toda la fuerza de un argumento decisivo. Si el viaje resultaba absurdo y peligroso... ¡mejor! ¡mucho mejor! Bastaba esto para que lo emprendiese. Era un hombre, y no debía conocer el miedo. Durante dos semanas preparó su fuga. Nunca había hecho un viaje importante. Sólo una vez había acompañado á su padre en una rápida excursión de negocios á Marsella.

Fuera aquél el perro del alcalde o dejara de serlo, era lo cierto que a todas las trataba por igual, y que de todas la estaba vengando a ella cumplidamente.... Pero ¿no era posible que después de concluir con las seis desventuradas niñas la emprendiese con la séptima, por lo mismo que a nadie conocía ni en remilgos se paraba?

Los breves ratos en que conseguía hablar con su adorada, en vez de dedicarlos a las dulces expansiones del amor, se pasaban ordinariamente en reyertas y reconvenciones o cuando menos en largos discursos suasorios de la una y la otra parte; Ricardo convenciendo a María de que sus prácticas piadosas eran una exageración incompatible con la naturaleza humana; María tratando de persuadir a Ricardo a que abandonase las frivolidades del mundo y emprendiese el camino de la virtud, que es el de la salvación.

Cierto es. ¿Y si después de llegar á los dominios de nuestro rey en Francia emprendiese un caminante la marcha en dirección á Oriente? Pues visitaría las tierras francesas que todavía están en tela de juicio y la famosa ciudad de Avignón, donde reside temporalmente Su Santidad.

Si alguna potencia extrangera intentase establecerte en esta costa, no despreciaría el puerto de San José, no solo por lo que llevo expuesto, mas porque podria entrar en él con mayor número de navios, para con ellos poder hacer oposicion, cuando se intentase expulsarla de allí: por ser natural que no emprendiese una conquista en país ageno, sin fuerzas suficientes para sostentarla.