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La rabia del desollador no conoció límites, y se apoderó de su hacha, pero Ivona se armó de un cuchillo. El idiota reía a carcajadas, agitando su cabeza de caballo llena de guijarros que producían un ruido sordo y extraño. Afortunadamente, llamaron a la puerta de la cabaña, cuando estaba a punto de ocurrir una desgracia. ¡Abrid, voto a...! ¡abrid de una vez!

Eres más cobarde que un hombre de Cornouailles dijo finalmente Ivona exasperada. Y como el más sangriento ultraje que se pueda hacer a un leonés es compararle con un habitante de Cornouailles, el desollador agarró a su mujer por el cuello. repitió con voz ronca y ahogada , ¡más cobarde que un hijo de la llanura!

Di mejor la voz de los muertos. ¡Por San Juan del dedo! hoy es el día de los difuntos, mujer, y los náufragos que nosotros... aquí una pausa , podrían muy bien venir a arrastrar a nuestra puerta el carriquet-ancou , con sus vestidos blancos y sus lágrimas sangrientas respondió el desollador en voz baja y trémula. ¡Bah! ¿qué podemos temer?

¡Yo no me quedo aquí! exclamó el desollador, pálido y trémulo . Hoy es el día de los muertos; mujer, mujer, nos perderás; ¡el fuego del Cielo abrasará esta morada! Y salió cerrando la puerta con violencia. ¿Qué mosca le ha picado? Corre a buscarle, viejo mochuelo; él conoce la costa mejor que un piloto de la isla de Batz, y yo le necesito. ¡Ve, pues, bruja maldita!

Usted es Pen-Hap el desollador, ¿no es cierto, buen hombre? dijo por fin Kernok que, con su bastón herrado atizaba el fuego con tanta fruición como si se hubiese encontrado en el rincón de la chimenea de alguna excelente posada de Saint-Pol , ¿y usted la bruja de la costa de Pempoul? añadió mirando a Ivona con aire interrogativo.

El NO. sopla con una fuerza como para descornar a un buey dijo una voz ruda. El desollador dejó caer su hacha, e Ivona se arregló la cabeza lanzando sobre su marido una mirada en la que aun brillaba la cólera. ¿Quién puede venir a esta hora a importunarnos? dijo el hombre; después se subió hasta una estrecha ventana, y miró. Got callet deusan Armoriq. Era un hombre duro de la Armórica.

Colocada entre dos rocas que la protegían contra los efectos del huracán, se elevaba una cabaña de miserable apariencia; pero lo que hacía verdaderamente horrible su aspecto, eran una multitud de huesos, de cadáveres de caballos y de perros, de pieles ensangrentadas y de otros despojos que anunciaban bien claramente que el propietario de aquel chamizo era desollador.

¡Ivona, Ivona, cuida de tu alma, en lugar de derramar la sangre de tu hijo! dijo el desollador que estaba arrodillado y parecía absorto en una profunda meditación . ¿No oyes, pues?... Oigo el ruido de las olas que golpean esa roca, y el silbido del viento.

¿Qué más diré? La suerte favoreció siempre a Kernok, porque el Cielo es justo: hizo numerosas presas a los ingleses. El dinero que obtenía se liquidaba rápidamente en las tabernas de Saint-Pol; y es en el momento de disponerse a embarcarse de nuevo para fabricar moneda, como él decía en su ingenuo lenguaje, cuando le vemos llamar a la puerta de la respetable familia del desollador.