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Todo está silencioso; los troncos se yerguen desnudos, negruzcos, con manchas de líquenes verdosos; las violetas crecen, moradas y olorosas, entre el césped. No es mucho lo que ando yo por estos paseos: inmediatamente regreso y me cuelo en el Ateneo o en la Biblioteca. Y después que he leído un largo rato, cojo unos papeles blancos y voy escribiendo en ellos cosas verdaderamente tremendas.

¡Diantre de viejas! -No la sacamos de esa casa si no ahorcamos á las tres arpías de los tres balcones, y á Coletilla del tejado. -Estoy decidido ya á lo que te dije ayer. Si no la puedo sacar, me cuelo yo dentro. ¡Hombre, qué empeño! ... Eso ya pica en historia. Vámonos de aquí, que si Coletilla nos ve, de seguro cae de su burro; vámonos y hablemos del asunto.

Pues me cuelo en él aunque me quede tieso. La bañera te haría salir á palos. Eso me conviene para entrar en calor más pronto. ¡Qué sin vergüenza! ¡Noticia fresca! Acabo de decírtelo. Velázquez al volverse y observar la maniobra de Antonio, sintió un movimiento de cólera. Pero se calmó pronto al ver la silla cercana á Soledad desocupada. Por impulso repentino se sentó atrevidamente en ella.

Hay junto a la pared un grande y blanco arcaz con la cebada igual que en las novelas picarescas ; penden de largas estacas, ringladas en los muros, enjalmas y ataharres. Doy voces; en uno de los cuartos, tras la cortina, oigo un ronroneo tenue, y, a intervalos, un suspiro y el traqueteo rítmico de una silla. Avanzo; me cuelo por la puertecilla del fondo. Estoy en una cocina solitaria.

Las que salimos mejor libradas, las de lavadero, pagamos sábado treinta ríales de pila y colada; dos ríales de mozos que cuelen con cudiao; por cada carretilla de ropa de la pila al cuelo, y del cuelo a la pila, una perra grande; en los tendederos otra perra, y en cuantito que llueve, que recojan pronto, otra perra... por subir y bajar talegos una peseta viaje; y ponga usted jabón, palas, jornal de ayudantas, valor de prendas perdías... y las heladas y los calores... las que tién más suerte les queda diez u doce ríales por semana... vamos, lo que usted gasta en un puro. ¿Qué quiuste que comamos? ¡Y ahora pone el alcalde otra contribución! ¡Como no sus demos morcilla!