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Hable usted con mi señora, si le parece bien. La prostituta echó hácia atrás con la velocidad de una carretilla. Yo conté á mi mujer lo sucedido, y mi compañera se sonrió de la manera como una mujer suele sonreirse en tales casos. Paris es la ciudad del coquetismo y de los efectos dramáticos.

Para esperar al guarda que ha de venir en nuestra busca, entramos en el Mas-de-Giraud, una antigua granja de los señores de Barbentane. En la cocina alta, y alrededor de una mesa están todos los hombres de la hacienda, labradores, viñadores, pastores, zagales, graves, silenciosos, comiendo despacio, servidos por las mujeres, quienes comerán después. No tarda el guarda con la carretilla.

El señor comisario debe haber visto su retrato muchas veces en los periódicos y en los carteles de las esquinas. Sólo la encuentro de tarde en tarde. Una mañana, cuando iba yo empujando mi carretilla, casi me atropelló su automóvil.

Se caminó de mañana, y comenzamos á pasar el Saladillo, de mucho pantano y agua, que tiene de largo mas de seis leguas, siendo imponderable el trabajo para pasar la carretilla; pues aun de los que pasaban en su caballo cayeron varios, y entre ellos el Comandante, metiendosele el caballo de ancas hasta el cimiento de la cola, viéndose precisado á echar pié á tierra y sacarlo de la rienda.

Caminamos de madrugada rio arriba como dos leguas, buscando paso, y habiéndolo pasado con bastante trabajo por estar casi á nado y tener que pasar las municiones á pié, luego que nos pusimos de la otra banda, dió órden el Comandante para que el Teniente D. Francisco Macedo se aprontase con 30 hombres del Cacique Lepin y Alcaluan, y marchasen con la carretilla á incorporarse con los demas que estaban en la toldería del Cacique Lincon, y unidos con las familias de estos caciques marchasen al Arroyo del Cairú, con la órden de esperarnos allí hasta nuestro regreso.

Casi rió de sorpresa al darse cuenta de que una especie de muchacho pequeño y delgado, con amplios calzones azules, abandonaba la carretilla que iba empujando, llena de virutas de acero, para saludarla desde lejos. Era la mujer de Alberto. Cuando sonó la campana de mediodía y las trabajadoras salieron para almorzar, la vieja pudo verla de cerca.

Cuando hablaba, cosa frecuente, lo hacía en ese tono que generalmente se llama de carretilla, como dicen los chicos la lección; en el tono en que se recitan las letanías y los gozos. Examinando atentamente su figura, se observaba que la expresión mística que en toda ella resplandecía, era más bien debida á un hábito de contracciones y movimientos, que á natural y congénita forma.

Se dispuso la marcha de madrugada, y fué grande el trabajo que nos dió la carretilla para pasarla por dicho arroyo, por ser pantanoso y barrancoso; de suerte que fué preciso con los sables y lanzas cavar alguna cosa para hacer bajada, pasando las municiones á pié, y poniendo en la carretillas 20 hombres á caballo, que con lazos á la cincha la fuesen deteniendo por lo perpendicular de dicha bajada.

Se marchó de mañana por la dicha sierra y rio, y á las cinco de la tarde lo volvimos á pasar á la banda del SE, en el que se nos volcó la carretilla, y se mojaron algunas municiones. Este dia nos llovió á media tarde: paramos á cosa de las seis. Dia 19.

Pero en los caminos, no pasa un mendigo ni una paleta sin que arme conversación con ellos. No tiene malicia, ni desconfianza, ni sentimiento alguno de las conveniencias... Por más que le digo: «¡Eso no se haceya está hecho cuando yo hablo... El otro día iba un pobre hombre tirando, con su perro, de una carretilla cargada de chirimbolos, y con la lengua fuera al subir un repecho.