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¡Vamos, que les digo á ustedes, que entre las muchas gangas que posee un marido, jamás pudimos creer podría llegar á tener la de ponerse á parir. El pobre cabezang Pedro como dejamos dicho murió, no de una ilusoria creencia sino de una real y efectiva fiebre palúdica.

Concluído el primer refrigerio, se encierra la Tenientela mayora con las Juezas y algunas Cabezang de su confianza, en una de las habitaciones del Tribunal, y confeccionan una corona, amontonando sobre su varillaje todas las mejores alhajas del pueblo. Hemos visto coronas de esta clase, formadas de anillos, pendientes, peinetas, clavos y cadenas de un grandísimo valor.

Fué aceptado por todos, trabajó como un cumplido pacientísimo su año de servicio, y cabezang Juan guardó en el fondo del arca las dos monedas del habilin. Ya lo tenemos, por lo tanto, novio oficial de la simpática dalaga, cuyo nombre era el de Nínay.

Cabezang Juan, acompañado de su hijo que es primogénito de su cabecería, asiste á las altas deliberaciones que algunos sábados se discuten en el Tribunal, y no sin gran trabajo recauda de sus carolos el tributo, trabajo que en cambio le da fuero sobre uso de chaqueta, asiento en la principalía, voto en las deliberaciones, media firma en informes de conducta, y sobre todo el oir llamar con cierto respeto á su cara consorte el aristocrático Cabezang, título tan nobiliario, como si su propietaria pudiera ostentar en vez de los blancos faldones de la munícipe camisa de su marido, un escudo con media docena de lagartijas en campo amarillo.

Al ver al pobre cabezang Pedro, comprendimos todo lo grave que es el estar malo en Tayabas. Y en efecto, lo estaba tanto, que murió aquella misma noche. Nuestro amigo el doctor nos dijo que el frío y el calor, no era ni más ni menos, que una fiebre maligna.

Si cotejamos su modo de obrar con el modo de discurrir que se halla entre ellos, muchas que nos parecen contradicciones, las hallaremos consecuencias legítimas de sus principios. Costumbres. Casamientos. Código amoroso indio. Prólogo al libro. Bíndo Cabezang Juan y cabezang María. Los faldones del munícipe. Elocuencia de las uñas. El Eureka tagalo. El pretendiente y la pretendida.. El pamimianan.

Tenten, con quien hacía treinta años compartía en paz y en gracia de Dios la distinción de Cabeza, primero, llamándose entonces Cabezang Tintay, la dignidad de Teniente mayor después, en que pasó á ser Tenientelang Tintay, y la majestad de Capitán más tarde, en que cambió todos los anteriores calificativos por el nuevo y retumbante de Capitana Tintay, capitanía que ya jamás abandonará, pues aun cuando su consorte se despoje de la recortada y negra chaqueta y de los tiesos y blancos faldones que le dan carácter, sustituyéndolos por los remangados calzones y la abierta camisa del sementerero, Tintay seguirá siendo la Capitana Tintay.

Por supuesto la muerte de cabezang Pedro, no se la achacaron al mediquillo ni mucho menos, pues allí no hay la fea costumbre de echar el muerto á las espaldas del que lo asistió en vida. Se muere porque , y al hoyo y talagá nang Dios.

Costumbres. Enfermedades y entierros. El orimon. Creencias del indio. El mediquillo. Confección de una receta. El constructor de cigarrillos. Dos respiraciones. El frío y el calor. Muerte de cabezang Pedro. Al hoyo y ... talagá nang Dios. La casa por concluir. Dolor de embarazo. Las plegarias y la Orden tercera. Las listas del presente. El panalañgin. El sentimiento y el estómago. Inoac y sayos.

Como los parientes del cabezang Pedro son muchos y pudientes, la lista del presente está llena de números, que aparecen traducidos en especie, sobre las mesas y fogones. Una vez reunidos deudos y amigos, empieza el panalañgin ó sea el canto de la pasión, que dura toda la noche con gran contentamiento del estómago, al que se da lastre y refuerzo tras cada estrofa.