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El indiferentismo artístico, y las mas de las veces una crasa ignorancia, oponen dificultades inmensas al observador concienzudo para reconocer, desenmascarar y examinar cómoda y detenidamente sus partes. A los señores rector y beneficiados poco les importa que su iglesia sea ó no visitada y elogiada por los arqueólogos.

Otras tres partes se hacian del rendimiento de los inmuebles: la primera para el obispo, la segunda para los beneficiados, la tercera para la manutencion y conservacion de la iglesia de que procedian, estando particularmente prevenido que si alguna parroquia necesitaba hacer obra y no tenia bastante dinero, la costease el obispo.

El cabildo la celebró mucho y mandó que el dia 21, fiesta de S. Benito, se trajese en procesion la Bula desde el Salvador por los beneficiados y religiosos de S. Pablo, S. Francisco, Trinidad, S. Agustin, Merced, y S. Acisclo y Victoria; y que el cabildo saliese á la puerta del Perdon á recibirla; pero que si no venian las seis religiones en la procesion, solo saliese hasta el arco que al patio de los Naranjos.

Las alhajas estaban escondidas; los canónigos y los beneficiados, que entonces se llamaban racioneros, vivían desperdigados por la península. Unos se habían refugiado en las plazas todavía españolas; otros estaban ocultos en los pueblos, haciendo votos por que pronto volviese el Deseado.

Considerábanse estas como esencialmente sujetas á la catedral, y reconocíase la Iglesia Mayor como madre aun de aquellas mismas que gozaban de alguna independencia por derechos ó privilegios de patronato . Así el clero parroquial hacia una vida análoga á la del cabildo de canónigos; esto es, los beneficiados y clérigos que le componian, vivian como regulares bajo la autoridad del rector ó abad de la parroquia , el cual, con la parte que le tocaba de las rentas de la misma, tenia que vestirlos y mantenerlos con la debida decencia, estando al propio tiempo autorizado para castigarlos si no cumplian con su obligacion en el servicio del coro y de la iglesia.

Esta costumbre ha durado hasta nuestros días, y de ella trataremos más adelante; seguía á esta procesión cómica la representación de varios dramas religiosos, como el del sacrificio de Isaac y el sueño y venta de Jacob, que hacían los beneficiados de la catedral.

Le habían prometido varias veces una capellanía de monjas, pero él era de los fieles a la catedral, de los enamorados de la gran solitaria. Le enorgullecía la confianza que el señor arzobispo tenía puesta en él, la amistosa franqueza con que le hablaban canónigos y beneficiados y sus conciliábulos administrativos con el Obrero y el Tesorero.

Porque no siempre ocurria implorar proteccion de la autoridad y de la fuerza contra los escesos y desmanes: esto era á veces lo mas sencillo: padecian, por ejemplo, la Iglesia y el estado eclesiástico vejaciones y gravámenes de los ministros reales y hombres poderosos, porque tomaban violentamente las rentas de los obispados vacantes y quitaban á los cabildos la libertad en las elecciones de obispos y beneficiados, imponian tal vez pechos y nuevas cargas á los prelados, cabildos, abades y clero, contra la inmunidad que debian gozar por reales privilegios: y todo se remediaba quejándose al rey y pidiéndole la correccion de los escesos cometidos . Pero ¿cómo corregir la aspereza de las costumbres? ¿cómo refrenar los fogosos arranques del puntilloso honor ofendido, en los mismos individuos del estado eclesiástico, que, avezados á esgrimir el acero en el campo de batalla, hacian como el Cid campaña la Iglesia al mas ligero viso de desprecio ó de insulto?

Pasaban los canónigos, los beneficiados y los arzobispos; ganaban la plaza, morían, y otro al puesto; era un desfile de caras nuevas, de señores que venían de todos los rincones de España a sentarse en el coro para morir años después, dejando la vacante a otros advenedizos; y los Luna siempre en su puesto, como si la antigua familia fuese una pilastra más de las muchas que sostienen el templo.

El señor canónigo Obrero más de una vez le hubiese puesto de patitas en la calle si no fuese por consideración a la memoria de su padre y de su abuelo y al apellido que lleva, pues todos saben que los Luna son antiguos en la catedral como las piedras de sus muros.... No se le ocurre calaverada que no la realice: en plena sacristía jura como un impío a espaldas de los señores beneficiados. ¡No digas que no, granuja!