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Y assy añado aquy, que sup.^co a V. m. q. guarde, y de su mano me aquella carta q. le embié de los amores de Bearne, sin q. nadie, sepa della . Digo ni mi mano yzquierda, q. la derecha la embio; y Huelgo algunas vezes, q. la vna no sepa lo q. la otra haze , como dize nro. prouerbio.

Mientras el primero, deseoso de fama, procuraba el principio de una campaña ofensiva contra Felipe II, en estrecha unión con Francia, Cecil quería medir la asistencia que se diera á Enrique IV, por las ventajas positivas que produjera á cambio; y como precisamente por entonces, casi vencida la Liga, había abjurado el Príncipe de Bearne, aspirando á concluir con la conquista de la opinión lo que no había logrado del todo con las conquistas de las armas, Burghley pensaba no haber razón que aconsejara otros procedimientos que los apropiados á entretener la guerra en Francia y en los Países Bajos, alejándola de Inglaterra.

La insertó Pedro de Marca, Autor Francés, grave y noticioso en su Historia de Bearne, impresa en París el año 1640 como atestigua el Maestro Fray Joseph Gomez de Porres, Carmelita. El mismo Conde la envió á Pedro de Marca el cual imprimió tambien dos Cartas latinas que el Conde le habia escrito.

V. m. verá escripta sobre aquel fracaso de amores de Bearne con aquella dama, de los quales amores yo hazia memoria anoche a su Ex.^a, como inutil que no tiene q. tratar de cosas de mas substancia. Pero grandeza es de Grandes Señores entre perros de caça, sustentar otros inútiles, cual yo, pero Perro en la fidelidad, y aun en los colmillos, para morder en serui.^o de su señor. De V. m. Ant. Perez.

El herido se llama Don César, y finge haber sido atacado por ladrones; pero, en realidad, es un caballero del séquito del conde de Montpellier, que ha sufrido ese percance por mandato de su Soberano; estaba en relaciones amorosas con la bella Doña Serafina, amada también del Conde, y un día desenvainó contra él su espada, al intentar penetrar primero en el aposento de su amada, y, aunque huyó después de cometer este atentado, la venganza del Conde le alcanzó en su huída; es acogido con benevolencia en la corte de Bearne, en donde calla todos esos sucesos; el Duque le nombra su secretario, después de curado, y la Princesa siente por él cierta inclinación amorosa, á la que él no corresponde, ni siquiera atiende, dominado sólo por su antiguo amor.

Esta Genealogía, en la cual habla de los Condes de Bearne, son las Notas MSS que le atribuye D. Nicolás. Antigüedad del Santuario de Monserrate. Acuerdan esta obra Gomez y Rodriguez.

Como las provincias limítrofes de Bearne y del Languedoc se consideraban como el asiento de las herejías de albigenses y hugonotes, y tuvieron fama aviesa, no es extraño que cuanto proviniera de ellas se mirase con malos ojos en la patria de la ortodoxia exclusiva.

No se me ha respondido á lo que avisé de D. Manuel de Portugal, que me había escrito D. Martín de Guzpide, ni al particular deste pobre hombre, que muere de hambre, y así en ninguna de las dos cosas he hecho nada. El D. Manuel está con el de Bearne, y ha dicho á personas que me lo han dicho que desea echarse á los pies de S. M., y está aguardando respuesta de lo que de Roan se escribió.

Decía: «Antonio Pérez volvió de Inglaterra: no he olido lo que ha traído; pero él se topó cerca de este lugar con el Duque de Guisa y le habló en sus desventuras. Vea V. S. si con este hombre es menester hacer algo ó con D. Martín de Lanuza, que también anda con el Príncipe de Bearne, y ha llegado á las puertas de París, y dice desea reducirse.

Margarita, hija del duque de Bearne, y en cumplimiento de los deseos de su padre, ha sido prometida al conde de Montpellier; encuentra cazando, y en los montes, á un caballero peligrosamente herido, al cual transporta á la corte de su padre para cuidarlo.