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¡Lobos decía el orador disfrazados de cordero, que vienen aquí fingiendo un amor á la libertad que no tienen! ¡Ofrecen oro á los oradores en pago de un discurso que exalte los ánimos de la multitud ignorante! : esos infames decía otro orador son los que preparan las asonadas y los que apedrean las casas de los Ministros.

Hay, finalmente, una parodia de junta revolucionaria, y milicia ciudadana, y clubs y manifiestos electorales. Yo no si en otras partes será todo esto muy serio; pero en Coteruco, pueblo de 300 vecinos, se convierte por mismo en caricatura. El abandono del trabajo, la taberna perpetua, los palos y asonadas, son la consecuencia primera y forzosa de tal delirio.

El protector habíase convertido en protegido y todo el vetusto armatoste feudal vacilaba sobre sus carcomidos cimientos. De aquí las continuas quejas y murmuraciones del pueblo anglo-sajón, su descontento perenne, las asonadas locales, todo aquel malestar que culminó algunos años más tarde en el gran alzamiento de Tyler.

Se atusó el áspero bigote, tosió con fuerza, se acordó de las asonadas del cuarenta y del cincuenta, de las formaciones en que lucía el gallardo cuerpo, hasta de las barricadas, y recobrando el pasado ardimiento, cogió a la hechicera avispa las manos, que ella tuvo buen cuidado en no retirar. Oye le dijo , gachoncita, pimpollo, ¿me tendrías miedo?

Enemigo do asonadas tumultuosas, había tomado sus medidas para impedir la procesión. Una parte del pueblo se agolpó junto á su casa en la noche del 17, atronando toda la calle con espantosa cencerrada. ¡Serenata á Morillo! dijo Calleja saliendo de la Fontana y reuniendo toda la gente dispuesta para el caso que por allí pasaba. No sabemos por donde vino; pero allí estaba Tres Pesetas.

El entusiasmo penetra tambien en la plebe sabia, y lo mismo que la otra en sus asonadas, aplaude y grita: «muy bien, muy bien!... lo entiendes mejor que nosotros; serás nuestro jefe....» Modificaciones que ha sufrido en nuestra época la autoridad científica.

En diez minutos la Fontana se quedó sin gente, y el rumor exterior pasaba, se oía cada vez más lejano, porque andaba á buen paso la oleada de pueblo que lo producía. Todas las señales eran de que había comenzado una de aquellas asonadas tan frecuentes entonces.

Yo que muchos han recibido dinero en cambio de discursos muy calurosos. Las asonadas absurdas que vemos todos los días, ¿á qué se deben? No lo dudéis: ¡abrid los ojos, ciegos! Se deben al oro de Fernando de Borbón, al oro repartido por ese hombre insidioso, por ese Coletilla. ¿Quiénes son los venales? Sepámoslo. Desconfiad de los autores de asonadas.

Hablo de los diez de abril, tres de octubre, siete de julio veintinueve de septiembre, y otras ejusdem farinoe, no menos zarandeadas, en estos tiempos que corremos, por los campeones de la política militante, ya como gloria, ya como afrentas. Tampoco se halla impresa en ninguna parte con sangre de libres ni de esclavos, ni recuerda patíbulos, ni asonadas, ni siquiera un mal cintarazo.