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Josefina iba perdiendo el miedo. Aquel señor tan feo no era malo. Se atrevió a pedir agua. El barón respondió que no se estilaba en aquella casa, y que lo mejor que le vendría ahora para quitar el susto era una copita de Jerez. Hízola traer, y luego que la niña la hubo bebido, los dos campeones del rey legítimo se retiraron a un rincón de la sala a deliberar.

Esos campeones que yo admiro son los modestos servidores de Dios que mortifican la carne para dominar el espíritu. Los admiro y los respeto. Sea en buen hora, mon petit, y nadie te lo ha de impedir mientras yo ande cerca. Para predicador no tienes precio.

Al llegar el mes de octubre empezaba éste a poblarse, y sus pasillos a rebosar de campeones literatos y filósofos que noche y día se ejercitaban en el arte de la discusión; no sin detrimento de los tímpanos de otros socios más pacíficos.

Y el doctor clamaba contra las inútiles carreras de caballos, en las cuales mueren muchos más hombres que en las corridas de toros; contra las cacerías de ratas por perros amaestrados, presenciadas por públicos cultos; contra los juegos del sport moderno, de los que salen los campeones con las piernas rotas, el cráneo fracturado o las narices aplastadas; contra el duelo, las más de las veces sin otra causa que un deseo malsano de publicidad.

¿Y el Bardo arrebatado Que invoca realidades, No ha de poder osado Anticipar edades Del tiempo en la penumbra, Cuando su mente alumbra Inspiracion mas fiel? ¿La losa de la tumba Levantará mi lira? Oid: el viento zumba, El Hacedor me inspira, Siento su soplo ardiente Que en alas del ambiente El polvo hace tremer. ¡Campeones inmortales!

Allí los gloriosos inventores de las suertes difíciles, los perfeccionadores del arte, los campeones macizos de la escuela rondeña, con su toreo reposado y correcto; los maestros ágiles y alegres de la escuela sevillana, con sus juegos y movilidades que arrebatan al público... y allí él, que en aquella tarde, embriagado por los aplausos, por el sol, por el bullicio y por la vista de una mantilla blanca y un pecho azul que avanzaban sobre la barandilla de un palco, sentíase capaz de las mayores audacias.

La luna brilla hermosa Cual lámpara divina Rielando misteriosa; En la region Andina Su genio se levanta, Y en torno se quebranta La tierra con fragor. Los cascos resplandecen Cual rápido meteoro, Las plumas que se mecen Entre celajes de oro Anuncian mil campeones, Y en medio á las lejiones Se eleva un pabellon.

Diríanse campeones Que esperan la pelea Que anuncie con estruendo Las lenguas del clarin: La inercia los consume Mas si el cañon humea Con varonil corage Buscan glorioso fin. Tal vez unas carreras Esperan á porfia Para cubrir de palmas Al potro mas veloz... Mas no, todos desean Robustecer el alma, Por eso ¡El Pato! El Pato! Repiten á una voz.

Castelli, Rico y Olmos Al frente de sus bravos A los torpes esclavos Prometen humillar. Y en alto los aceros Al combate! gritaron, Y al combate volaron Al son de himno triunfal. En su entusiasmo de héroes, En sus nobles facciones, Conoceis los campeones De Salta y de Maipú?

Hasta la víspera del día fijado para el torneo no se fijaron en la liza, pendientes de sendas lanzas, los escudos de los campeones, para que los heraldos y el público supiesen sus nombres y también para que se presentase ante los jueces de campo toda fundada querella ó protesta contra la participación de cualquiera de ellos en el torneo.