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Con esta nueva cierta, á grande priesa Bajamos hácia el rio Juan de Ayolas: No se tiene temor de la traviesa Del gran rio Paraná, ni de sus olas: Que el bien, que en la tornada se interesa, Lo facilita todo: mas no á solas Nos vemos, cuando viene anocheciendo, Que los Timbues vienen muy corriendo.

Gana me da, si pudiera dijo la Mulata , de dalle mil besos. En país está dijo don Cleofás , que tendrá el original bastante mercadería de eso; que esta ceremonia dejó Judas sembrada en aquellos países . ¡Oh, cómo me pesa dijo la Rufina que va anocheciendo, y encubriéndose el concurso de la calle Mayor!

Y ellos salen a la huerta y se sientan en sus piedras blancas. Va anocheciendo. El pueblo luce intensamente dorado por los resplandores del ocaso; las palmeras y los cipreses de los huertos se recortan sobre el azul pálido; la luna resalta blanca. Y un viejo levanta la cabeza y dice: La luna está en creciente. El día 17 observa otro será la luna llena.

He dicho que estaba anocheciendo. De las altísimas ojivas caían largos crespones de sombra. Sólo por la parte del trascoro, que mira á Poniente, los calados rosetones dejaban penetrar alguna claridad melancólica..... ¡No qué religiosa tristeza inundó mi corazón! Allá, á lo lejos, distinguí la moribunda luz de una lámpara que ardía detrás del altar mayor.

Cuando el tren se detuvo en la estación de Escorial, salió del coche sin darse cuenta de ello y emprendió como un autómata el camino del Sotillo. Estaba anocheciendo. En el cielo brillante e inmóvil centelleaban algunas estrellas. A su espalda la mole de la sierra se ocultaba entre cendales de un violeta profundo.

Lo que anotó el 17 de Septiembre refleja las impresiones que de momento sentí al marcar la estrella polar, corroborándolo segunda anotación hecha el 30 del mismo mes de Septiembre en iguales términos: «En anocheciendo, las agujas noruestean una cuarta, y en amaneciendo están con la estrella justo: por lo cual parece que la estrella hace movimiento como las otras estrellas, y las agujas piden siempre la verdad

Como ya va anocheciendo, el chico de la casa toma un tizón del hogar, sopla en él varias veces, y al resplandor de la vacilante llama que produce, se acercan á un arcón ahumado que está bajo el más ahumado vasar; alzan la tapadera, y aparecen en el fondo, entre montones de harina, salvado y medio pernil de tocino, dos pucheros grandes llenos de leche.