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A su paso callaban los pájaros, mustiábanse las flores, caían al suelo los seres animados, se hacía el silencio. Sus pies, invisibles bajo la túnica de crespones, hacían temblar la tierra cual si estuviesen calzados con coturnos de hierro.

Lo cubrió de flores, encendió los cirios, adornó la habitación con negros crespones. Después dispuso que velase el cadáver una hermana de la caridad en compañía de ella. Dejáronlas al fin solas. Rezaron largo rato de rodillas. Cuando terminaron su rezo, Cecilia rogó a la monja que fuese a la cocina a dar orden para que se le hiciese te, porque estaba desfallecida.

»Recuerdo que precedieron a la fiesta largas horas de punzante inquietud, de ávida contemplación de mis flamantes y simbólicos arreos de batalla, tendidos sobre lechos, sillones y cojines: desde el menudo zapato de raso, hasta las flores de la cabeza, pasando por un océano de sedas, encajes, plumas y crespones; todo aéreo, todo casto, todo simple, como pedían y piden los estatutos de la Orden para una doncella de mi edad y condiciones, a quien no le es lícito, todavía, albergar malicias en su cabeza ni torpes sentimientos en el corazón; otras horas, no tan largas, en lo más recóndito de mi gabinete, entre menjurjes, abluciones y atildaduras de tocador.

¿Por qué no, si la voz que me advertía era dulce y el corazón tierno? Pues yo pido que me dejen morir con la ilusión de la vida. Y yo exclamé pido que deje usted a un lado esos crespones fúnebres y esos trágicos deseos para gozar en paz de su juventud y de la fiesta de esta hermosa noche que nos ofrece la benévola Naturaleza...

Apresuradamente me vestí, abrí las conchas de mi cuarto y me dispuse á asistir al más grande de los misterios del cristianismo. Los últimos crespones de la noche fueron replegados por la tenue luz de un corto crepúsculo, y la claridad sustituyó á las sombras con esa potencia, esa vitalidad y esa gigantesca exuberancia con que hace la naturaleza en este país todas sus manifestaciones.

Mi dulce musa, que el dolor inspira, hoy entona canción de amargo acento y pulsando las cuerdas de la lira triste responde al nacional lamento, lamento por los aires repetido que es a la vez plegaria y es gemido. De España en el pendón, siempre glorioso, miro negros crespones, fúnebres galas de terrible luto; por eso entono triste mis canciones, por eso rindo amante mi tributo.

He dicho que estaba anocheciendo. De las altísimas ojivas caían largos crespones de sombra. Sólo por la parte del trascoro, que mira á Poniente, los calados rosetones dejaban penetrar alguna claridad melancólica..... ¡No qué religiosa tristeza inundó mi corazón! Allá, á lo lejos, distinguí la moribunda luz de una lámpara que ardía detrás del altar mayor.

Me indicó por señas que callara. »¿Qué era aquello, Dios mío! ¿Qué noche había caído de repente sobre aquel risueño día primaveral, tan profunda y tenebrosa, que ni el mismo sol era capaz de rasgar sus densos crespones! ¿Habría perdido yo el tiempo? ¿Serían igualmente mortales entrambas puñaladas? »De cualquier modo, no era aquella la mejor ocasión de averiguarlo.

Puse mi caballo junto al suyo y esperamos la aproximación del cortejo. Venían en primer término dos sirvientes a caballo, con negras libreas galoneadas de plata. Seguíanlos un coche fúnebre tirado por cuatro caballos, y en él un féretro cubierto con negros crespones. Detrás iba un jinete enlutado y sombrero en mano.

Rojas llamas se levantaron lamiendo y escalando los muros. Negra y espesa humareda envolvió el edificio como en velo enlutado de fúnebres crespones. Nada había advertido Morsamor. Satisfecha en Balarán su venganza, daba rienda suelta a su pena, abrazado al cuerpo inerte de Urbási, cubriéndole de besos y de lágrimas y anhelando hacerle revivir con su aliento.