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Ya ves que está acostumbrado a comer en casas grandes. Justamente: como la taberna de Boto, en la calle del Ave María... ración de guisado, a real; con pan y vino, treinta y cinco céntimos. Estás hoy... que no se te puede aguantar. Pero a todo me avengo, Nina. mandas. ¡Ay, si yo no mandara, bonitas andaríamos! Ya nos habrían llevado a San Bernardino o al mismísimo Pardo».

Para esto ponía en funciones toda la maquinaria más brillante que sólida de su raciocinio, aprendido en el comercio de las liviandades humanas y en someras lecturas. «Hija de mi alma, hay que ponerse en la realidad. Hay dos mundos, el que se ve y el que no se ve. La sociedad no se gobierna con las ideas puras. Buenos andaríamos... No soy tan culpable como parece a primera vista; fíjate bien.

Posesionados de la cubierta después de arreglar el camarote, esperamos la visita de salida. A las doce, listos en toda regla, dimos vela con todo aparejo largo en demanda del Corregidor, con viento flojo del N., mar tranquila, barómetros altos y horizontes celaginosos. A las tres de la tarde el viento seguía muy flojo, en cambio el calor era insoportable. Apenas andaríamos una milla por hora.

Hallamos en el pueblo gran abundancia de comida, por lo cual nos detuvimos cuatro dias en él: juntámonos despues, y pareciéndonos que estabamos informados medianamente de la tierra, su calidad y frutos, pareció á todos proseguir el viage; y caminando trece dias continuos, en que andariamos 52 leguas, segun decian los que entendian de las estrellas, llegamos á la nacion de los indios Carcokies: de allí, en nueve dias, entramos en otra provincia, de seis leguas de ancho y largo, la cual estaba toda cubierta de sal, tan espesa y blanca que parecia nevada, y que nunca se deshace.

Conoció que Anita contemplaba con gusto los ademanes y la figura de don Juan y se acercó a ella el buen Quintanar diciéndole al oído con voz trémula por la emoción: ¿Verdad, hijita, que es un buen mozo? ¡Y qué movimientos tan artísticos de brazo y pierna!... Dicen que eso es falso, que los hombres no andamos así... ¡Pero debiéramos andar! y así seguramente andaríamos y gesticularíamos los españoles en el siglo de oro, cuando éramos dueños del mundo; esto ya lo decía más alto para que lo oyeran todos los presentes.

Con mucho ménos trabajo saliéramos airosos del empeño si hubiésemos leido los autores de que se trata: quizas no disertaríamos con tanto aparato de erudicion y crítica; pero juzgaríamos con harto mas acierto. «El giro del pensamiento, diríamos, el estilo, el lenguaje revelan un escritor de tal época; este trozo es apócrifo, aquí se descubre la mano de tal otro tiempo;» y así andaríamos clasificando sin temor de equivocarnos, por mas que no pudiésemos hacernos comprender bien de aquellos que como nosotros, no conociesen de vista á aquellos personajes.