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Dicen algunos que la salida que hice la última noche fuera mejor hacerla cuando los turcos desembarcaron, que éramos más, y más enteros y fuertes podíamos pelear con ellos con 2 ó 3.000 hombres ó más: éstos hablan como mal pláticos ó mal informados, ó demasiadamente apasionados, porque allende de que mi intento principal fuese entretener allí el armada, y sólo este particular me había hecho quedar allí, por las causas dichas, no había de salir temerariamente á perder aquella gente y hacer á los enemigos breve su empresa, sin poderles hacer daño; porque ellos se desembarcaron y alojaron en el propio alojamiento é fuerte que nuestro campo tuvo después de ganada la batalla cuando en aquella isla saltamos con el ejército, que ultra de estar cuatro ó cinco millas del fuerte, estaban ellos no menos fuertes en él que nosotros en el nuestro, y no cómo paresciera ó con qué razón se podía hacer ir con 2 ó 3.000 hombres que entre buenos y malos podía sacar, dejando el fuerte desamparado, no solamente á combatir con 12.000 turcos que estaban tan lejos de donde me podía retirar, y en un alojamiento muy fuerte y atrincheado, con 20 piezas de artillería, pero con todos los moros, que siendo nosotros 7 ó 8.000 hombres cuando saltamos en aquella isla, sin ayuda ninguna de turcos nos acometieron á dar batalla é pelearon de manera que tuvimos la victoria dudosa, y se habían puesto y alojado á nuestra mano izquierda, y por las espaldas teníamos los árabes que habían entrado en la isla por orden del Dragut, que serían 1.500 caballos; é ultra de todas estas dificultades, había otra que no era menor, y era, para haber yo de acometer á los turcos en su alojamiento, me era fuerza ir de marina á marina, donde ellos con sus galeotas, fustas é bergantines me batían por costado; así que de salir á buscar los enemigos é irlos á combatir á su alojamiento, no podía suceder sino la pérdida de todos los que saliéramos y de los que quedaran en el fuerte.

Con mucho ménos trabajo saliéramos airosos del empeño si hubiésemos leido los autores de que se trata: quizas no disertaríamos con tanto aparato de erudicion y crítica; pero juzgaríamos con harto mas acierto. «El giro del pensamiento, diríamos, el estilo, el lenguaje revelan un escritor de tal época; este trozo es apócrifo, aquí se descubre la mano de tal otro tiempo;» y así andaríamos clasificando sin temor de equivocarnos, por mas que no pudiésemos hacernos comprender bien de aquellos que como nosotros, no conociesen de vista á aquellos personajes.

Varias veces instamos al teniente a que saliéramos a dominar a los amotinados, pero él nos contenía, diciendo: No, no; que vean que nos necesitan. Si no, en seguida se volverán a sublevar otra vez. Al quinto día nos sorprendió la agitación que había en cubierta; se oían gritos furiosos, voces iracundas.... Al anochecer, estaba yo de guardia cuando sonaron dos golpes suaves en la puerta.

Me pasé la tarde con mis tías.... Andrés fué a comer con nosotros, y allá, como a las seis, me propuso que saliéramos a dar una vuelta. El viejo servidor estaba contentísimo. ¡Qué gusto! exclamaba a cada rato. ¡Qué gusto! Hijo: ¿no te lo dije? El señor don Carlos es muy buena persona. Apúrate, aprende esas cosas del comercio que antes no sabías, y ¡adelante, hijito!