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En el siglo XII, la defensa de la salud se realizaba por las oraciones y los amuletos en el Oriente; por las oraciones y las reliquias en el Occidente.

Uno, engañado largo tiempo con sus astucias, la delata á la Inquisición, y, comprendiendo ella que puede costarle la vida su fama de brujería, se empeña en demostrar con la mayor diligencia que sus pretendidas artes mágicas son las cosas más naturales del mundo; todo el afán mostrado antes para que se diese fe á la fuerza de sus filtros, amuletos y ungüentos, lo emplea ahora en probar que eran sólo artimañas y engañifas.

Cuando se eclipsa la luna arman los tagalos gran ruido, con el que dicen la defienden de la lucha que tiene con el dragón. Creen en amuletos para que no les toquen las balas, y para librarse de otros peligros.

Wessely lo explica, pero lo cierto es, que, fuera de este coro con música y quizá de algún otro papiro, conteniendo amuletos, conjuros ó fragmentos literarios y sin fecha cierta, no hay entre todos los papiros griegos descritos uno solo anterior á la Era cristiana.

La pequeñez de su cuerpo ágil y escurridizo le servía tanto como la fuerza de sus brazos, y de todas las peleas salía incólume, «sin que le sacasen sangre». Los indígenas creíanle poseedor de maravillosos amuletos. Ojeda también se consideraba protegido por el cielo gracias a un cuadrito antiguo de la Virgen, regalo de Fonseca, que llevaba pendiente del cinturón de la espada.

Aquellos consisten en libritos que contienen períodos en latín y en español completamente ininteligibles; piedras que hallan en los cuerpos de los animales; granos de fruta petrificada; huesos de esqueletos de niños y dientes de rata, de culebra y de caimán. La creencia en los amuletos data de mucho antes de la conquista, conociéndolos con el nombre de aguimat.

Pensó en sus milagrosos amuletos, en sus estampas benditas, en la protección sobrenatural que le proporcionaban sus piadosas invocaciones. Además, tenía en cuenta el nombre latino del buque, que le había inspirado siempre un respeto religioso. Pertenecía á la lengua usada por la Iglesia, al idioma en que se ordenan los milagros y que expulsa al demonio, haciéndolo correr despavorido.

Esta credulidad, de que nunca participaron las personas verdaderamente cultas, va cediendo también hoy en el ánimo de las indoctas, pero no así la fe en innumerables agüeros, talismanes, amuletos, cábalas y untos, de aplicación medicinal y moral, para cuya enumeración y recetario sería preciso escribir un tomo en folio.

Al mover sus manos, brillaban con mágico resplandor piedras de todos colores engastadas en las sortijas de extrañas formas que llenaban sus dedos. En los frescos antebrazos tintineaban pulseras de oro, unas de filigrana oriental, con misteriosas inscripciones, otras macizas, de las que pendían amuletos y figurillas exóticas, como recuerdos de lejanos viajes.

A pesar de la influencia cristiana, tan poderosa en esta literatura, que consta principalmente de traducciones de textos griegos de la Biblia y de los Santos Padres, la afición á la magia persiste aún, y hay no pocos conjuros y fórmulas que servían de amuletos.