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CABR. El que llegare más presto, Basta. NARV. Ninguno me enoje. ESPIN. Perdona, que no hay remedio. PER. Baja y la boca le rompe. NARV. ¡Por vida del Rey! PER. No jures. NARV. ¡Ah, señores! ¡Ah, señores! Bájense todos. PÁEZ. Permíteme, Alcaide ilustre, Que de una almena le ahorque. CABR. Dame licencia, señor, Que las narices le corte. ARR. Basta, que vienen todos los cristianos.

Habeis hablado de castillos, de muros y torreones llenos de recuerdos: ¿dónde he de encontrar ya ni la sombra de los de Almería? Ve uno condensados alli los siglos sobre cada torre, escrita la historia de toda la edad media sobre cada almena.

Mientras Sa-Tó, sentado en el hueco de una almena, bostezaba en un desahogo de «cicerone» fastidiado, yo, fumando, contemplé largo rato, a mis pies, la vasta y sagrada Pekín. Es como una formidable ciudad de la Biblia, Babel o Nínive, que el profeta Jonás tardó tres días en atravesar.

Y ella con faz serena Sus furias dominando, Desde la escelsa almena Los cielos contemplando, Mira nacer la aurora Que al mundo es precursora De paz y de igualdad. Y su sagrada enseña Al viento desplegando, A tiranos domeña Pueblos emancipando, Y concita á sus bravos Rompan de los esclavos La argolla y el cordel.

El que crea ver en aquellos el reflejo de los antiguos y silenciosos moradores de la celda ó los revoltosos señores de abadías, se equivoca soberanamente; ni tienen la maliciosa reserva y maquiavélica intención del claustro de la Edad Media, ni la turbulencia y fueros de los guerreros-frailes de la Reconquista, feudales señores de almena y mesnada, de cuchillo y caldera.

Veces veíala aparecer detrás de las vidrieras; veces, conviniéndose de antemano por intermedio de Casilda, salía de la ciudad e iba a sentarse sobre un canto, frente al lienzo de muralla que correspondía a su mansión, hasta verla asomar entre almena y almena. La víspera de la partida Ramiro pasó más de una hora en aquel sitio, esperando que Beatriz apareciera sobre la torre.

Á la derecha del priorato se destaca la torre parda y cuadrada del castillo en la eminencia, y aun á esta distancia me parece distinguir en la bandera que allí ondea el rojo corzo de las armas de Monteagudo. Rojo en campo blanco, dijo Roger, pero no si es corzo, león ó águila. ¿Qué es aquello que brilla sobre el muro? En la almena, debajo de la bandera.

Oye, señor, que de Numancia suena El són de una trompeta, y me asiguro Que decirte algo desde allá se ordena, Pues el salir acá lo estorva el muro. Corabino se ha puesto en una almena, Y una señal ha hecho de seguro: Lleguemonos mas cerca. Sea, lleguemos. No mas: que dende aqui le entenderemos. Ponese CORABINO encima de la muralla con bandera blanca puesta en una lanza.

En resolución, ¡viva la andante caballería sobre cuantas cosas hoy viven en la tierra! ¡Vivan en hora buena -dijo a esta sazón con voz enfermiza maese Pedro-, y muera yo, pues soy tan desdichado que puedo decir con el rey don Rodrigo: Ayer fui señor de España... y hoy no tengo una almena que pueda decir que es mía!

El fanático realista hubiera visto con terror, pero no con asombro, que el Deseado le mandara colgar de una almena ó le hiciera apoyar la cabeza sobre el tajo feudal para recibir el hachazo del verdugo.