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A la piedra negra de la Caaba se refieren desde los postreros días de la vida del Profeta una porcion de ritos y ceremonias que pueden verse prolijamente detalladas en las eruditas notas de Gagnier, edicion de Abulfedá, pág. 130, copiando la interesante relacion de Gjaher, hijo de Abdallah, testigo presencial de la última visita de Mahoma á la casa de Dios.

Un dia del año 871 estaba el Amir en su cámara entretenido con un esclavillo muy lindo y gracioso que tenia sobre sus rodillas. Era un dia cubierto de pardas nubes, con gran tempestad de truenos y relámpagos. El katib Abdallah ben Aasim entró para despachar, y el rey le pregunta: ¿á qué vienes en semejante dia? ¿qué podemos hacer hoy?

Abdallah, á pesar de esto, se empeña en lograr su propósito; pero el pueblo, á las órdenes de Nuño, admirando tanto heroismo, se revuelve espada en mano contra Mauregato, del cual obtienen una ley, en cuya virtud la ciudad de Simancas quedará libre en lo sucesivo de contribuir al tributo de las cien doncellas. Los Benavides.

Señor, responde Abdallah, dicen las gentes que es bueno estar con niños cuando truena, y yo digo lo mismo: Bueno es estar con niños cuando retumba el trueno, de copas y convite el estrépito oyendo: que gira á la redonda el escanciano bello mientras nubes coronan los árboles del huerto. ¿Ves las ramas engadas del dulce y grato peso, que el viento las menea, que brillan en el suelo?

Iñigo, lleno de agradecimiento hacia el noble moro, regresa de su cautiverio; pero en el camino se le aparece de repente un caballero con traje cristiano, en el cual reconoce á Abdallah con no escasa extrañeza suya.

De aquí que su amante, acompañado sólo de diez bravos caballeros, trate de libertar á las últimas doncellas que se han pagado á los moros; pero sucumbe al mayor número y cae prisionero de Abdallah, hijo del Califa.

Durante el convite hacia el rey que el esclavillo provocase la verbosidad de su katib: díjole al oido que le tirase una copa á la cabeza, y el niño lo ejecutó al punto: felizmente Abdallah acertó á evitar el golpe, y esclamó: Oh linda cara, no seas cruel, que no está bien la crueldad con la hermosura: el cielo hermoso cuando sereno es muy apacible, y ahora su saña nos horroriza y espanta . Sus palabras parecian un agüero.

La lucha entre el amor y el deber de la gratitud es grande en su pecho; pero no se resuelve á ceder su amada al infiel, y para impedirlo indefectiblemente, se apresura á casarse con ella; declara en seguida á Abdallah que ya no le debe favor alguno, y que vuelve á su poder prisionero.

Descontento Abdallah con tal contratiempo, persiste, sin embargo, en su propósito de poseer á la bella Leonor, y acude con tal propósito al rey Mauregato. Este, que es enemigo de Nuño, se apresta á acceder á sus deseos; la casa de Nuño, en Simancas, es cercada por hombres armados, y sus hijas, con otras cinco señoras de la ciudad, se reservan para entregarlas á los moros.

Distinguia al célebre poeta Abdallah ben Xamri, y á Yahye ben Hakem. Véase Conde, t. 1.º, cap. «Bajándole á su lecho, murió aquella misma noche, antes que acabase de consumir el fuego los cuerpos de los sagrados mártiresBravo, t. 1, p. 133. De estos pseudo-cristianos, cooperadores de la tiranía sarracénica, haremos mencion especial mas adelante, en el capitulo Córdoba mozárabe.