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Actualizado: 7 de junio de 2025


Estuve á punto de volverme de allí nomas á Madrid, y sin la generosa obsequiosidad de un caballero español que me dió un asiento en su carruaje particular, no habría podido escalar la cima de la imperial y pobrísima y atrasadísima Toledo. Nada mas raro, mas único en su estructura que esa ciudad, tan llena de monumentos y recuerdos como vacía de industria y de vitalidad moderna.

En fin, que si no arreglaba el conflicto la nevada, había para volverme tarumba y tener por cuerda y resignada a la mujer gris en sus recientes apuros. Por lo pronto, y esto me calmaba algo las inquietudes, había muchas horas por delante; se vería qué rumbos iba tomando y cómo se portaba el temporal insinuado, y qué marcha seguía durante la mañana la agravación de mi tío.

Yo no quería revelar este secreto sino al propio duque; pero puesto que sois su amigo... Caballeros, escuchad lo que voy a deciros: ¡Mi hija ha sido infiel a su prometido! Es una vergüenza para ella y para ; pero no quiero ocultarla. ELSA. ¿Dónde está Enrique? ¡Voy a volverme loca! ¿Por qué todas esas antorchas? Lanzan un resplandor terrible. Enrique, ¿dónde estás?

Pero me queda el placer de que hombres como usted me hayan amado. No decirle adiós. Sírvame como si nunca más debiera volverme a ver». Y esos cubanos respondieron mandándole lo que él les pedía. ¡Y cómo no! ¿Se podía negar, se podía decir que no, a quien pedía de ese modo, resplandeciente de limpieza y de angustia?

Luciana me interrumpió con violencia: ¿Qué he dado yo al señor Lautrec más que atención trivial y política que tiene toda mujer para el hombre que se ocupa de ella? ¿Qué me reprocha usted, fuera de una inofensiva charla? ¿Tendré que volverme imbécil y huraña para complacerlo a usted? Si así es, no soy la mujer que le conviene. Mucho lo temo.

Un momento después entró ella, encantadora y bella en su traje de luto, con una dulce sonrisa en sus labios y su mano tendida hacia , llena de gusto y placer al volverme a ver. Su cara me pareció que expresaba una viva ansiedad, y la palidez de sus mejillas demostraba cuán cruelmente había sido destrozado su corazón por el terror y las penas.

Harto mejor haría yo, sino que soy un bárbaro, y no haré nada que bueno sea en toda mi vida; harto mejor haría yo, vuelvo a decir, en volverme a mi casa, y a mi mujer, y a mis hijos, y sustentarla y criarlos con lo que Dios fue servido de darme, y no andarme tras vuesa merced por caminos sin camino y por sendas y carreras que no las tienen, bebiendo mal y comiendo peor. Pues, ¡tomadme el dormir!

Hazme el favor de no volverme loco, ¿eh?, que para eso bastante tengo con el viento maldito. ¡No quiero oír, no quiero oír más! declaró esto en ocasión que su montecristo se alzaba rápidamente a impulsos de una ráfaga mayor, y se volvía todo hacia arriba, dejando al arcipreste como suelen pintar a Venus en la concha.

Escribí algunos artículos de costumbres en los periódicos, y aunque no me dieron un cuarto por ellos, tuve la satisfacción de que Collantes declarase solemnemente, a la hora de almorzar, que «dramático, lo que se llama dramático, no lo sería nunca, pero en el género descriptivo podría aún dar mucho juego». Con este fallo tan lisonjero, confirmado por los tertulios del Oriental, quise volverme loco de alegría y me puse desde entonces con tanto afán a describir cuanto se me ofrecía delante, como si Dios me hubiera mandado al mundo exclusivamente con ese objeto.

Positivamente, estos dos meses transcurridos, me han parecido contener más días que los otros. ¿Saben ustedes que he experimentado una verdadera sensación de vacío después de haberme separado de ustedes dos? He tenido que violentarme para no volverme atrás, y después, sólo con un valor heroico pude resistir al deseo de ir a pasar dos días a Etretat. Pero me retenían en Valremont.

Palabra del Dia

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