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Actualizado: 7 de julio de 2025


Cristeta de mi alma, ¿qué es esto?, ¿te has decidido? ¡No me engañes, que me moriría de pena! No hay momento que perder, quiero volverme pronto. Habla, vida mía. Todo lo que quieras, menos que yo viva sin ti. Juan..., estamos locos. Dime que me quieres y me dejo matar.

Yo no debía hacerte caso; pero mi debilidad es más fuerte que mi fortaleza, ¿entiendes?... ¿Quién no tiene un castigo en el mundo? Mi castigo eres . En vez de darme enfermedades o de volverme fea, Dios me ha dicho: «Quiérele»; y ya ves, te quiero y padezco. El corazón me dice que será constante. Te amaré siempre, mientras viva. Mi corazón es de una pieza.

El señor y la señora están durmiendo la siesta me dice el criado; pero la señorita está en el terrado. Tuve un presentimiento que me hizo palpitar el corazón; quise volverme inmediatamente; pero, de pronto, la veo delante de , blanca y altiva, con su traje de muselina; parece esculpida en mármol; mi vieja locura recrudece con más fuerza que nunca.

Me da miedo... Pero esas visiones, hija, se concluyeron cuando fuiste entrando en edad... ELECTRA. Cuando dejé de tener a mi lado muñecas y niños. Por eso quiero yo volverme ahora chiquilla, y me empeño en retroceder a la edad de la inocencia, con la esperanza de que siendo lo que entonces era, vuelva mi madre a , y hablemos, y me responda a lo que deseo preguntarle... y me consejo...

Para decir la verdad, comencé á temer que, puesto que no habría sido político declarar cesante á las calladas á un hombre de mi importancia, ni es muy corriente en un empleado del Gobierno hacer dimisión de su destino, comencé á temer, repito, que podría darse conmigo el caso de envejecer y hasta de volverme decrépito en mi puesto de Inspector, convirtiéndome en algo parecido al octogenario empleado de marras.

No pude menos de volverme ligeramente para contemplar el delicioso cuadro que mis falsas santas ofrecían a las miradas del prójimo... Tan ocupadas estaban con sus chismes y tan expertas eran en disimularlos, que no vieron mi movimiento y pude impregnar los ojos a mi gusto en su exquisita hipocresía. Sus palabras me llegaban ahora distintamente: ¿Quién se confiesa tan largamente? La de Bormel.

Viviremos juntos; de cuando en cuando oirás en mi cuarto alguna voz de mujer... ¡qué quieres!... Soy hombre... súfreme estos extravíos. Las mujeres me enloquecen, por eso he tenido el tino de no volverme loco por una sola: me he enloquecido por todas y no me he casado con ninguna; espero no caer en la tentación de hacerlo en los años que tengo.

Debes tener más dinero guardado... ¿Con qué comes, pues?... Te juro que no tengo más, ¡te lo juro por las cenizas de mi madre, Raguet!... Yo no puedo volverme monedas... Dame entonces esos ciento cincuenta francos que te prestó el imbécil de Blondeau... ¡No los tengo ya! ¡no los tengo!... He pagado con ellos al panadero, al mercado, al sirviente, que se fue hoy y me ha dejado sola...

De donde se deduce claramente que me quedé corto cuando, escribiendo al inglés, le dije que entre ser lo que ahora soy y volverme a lo que fui, vacilaría... ¡Vacilar, carape! a ciegas me agarro a lo de ayer.

Comencé á volverme melancólico é inquieto, examinando constantemente mi inteligencia para descubrir si mis facultades estaban cabales, y ver qué detrimento habían experimentado. Traté de calcular cuánto tiempo podría aun permanecer en la Aduana, y salir de ella siendo todavía lo que se llama un hombre.

Palabra del Dia

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