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Actualizado: 27 de julio de 2025


La tarde se cerró temerosamente en lluvias y ventisca, tomándola por la mano así antes de tiempo las sombras de la noche. Las nubes aglomeradas y empinándose en las cumbres, levantaban unas como montañas cenicientas que juntaban la tierra con el cielo, resaltando más y más aquel color pálido con otras nubes espantosas que volaban inciertamente por la agitada atmósfera.

El viento nos traía aquellas llamadas en que se alternaban nuestros tres nombres. Las notas perladas de aquella voz, lanzada a gran espacio desde la orilla del mar se debilitaban a medida que volaban sobre aquel terreno sin eco; llegaban a nosotros como un soplo levemente sonoro y cuando distinguía mi nombre no es decible la sensación de dulzura y de tristeza infinitas que experimentaba.

El pòrche era el inmenso desván del caserón. Todos aceptaban con entusiasmo. ¡Se acabó la iglesia! Y como una bandada de pájaros, volaban escalera arriba, sobre unos peldaños de azulejos multicolores con redondeles de barniz saltado que mostraban la roja pasta del ladrillo.

"Llegó, en fin, la señal esperada, y a un mismo tiempo arrancaron todas cuatro barcas, que no por el agua, sino por el viento parecía que volaban. La que traía por insignia a la Buena Fortuna, cuando estaba desmayada y casi para dejar la empresa, apretó, como decirse suele, los puños, y, deslizándose por un lado, pasó delante de todas.

Los bosques se enrarecían también al menor contacto del furibundo viento Sur, que ya estaba en plena campaña para secar las panojas y madurar las castañas; los pajarillos enmudecían poco á poco y volaban errantes é indecisos; las noches crecían y los días acortaban; la naturaleza toda anunciaba su letargo del invierno, y no se escuchaba otro sonido de su elocuente lenguaje que el de los secos despojos de su primavera, rodando en confuso torbellino á merced del viento que cada día soplaba más recio.

Los tendidos se iban poblando lentamente, y desde aquí al redondel mediaban saludos y gritos entre unos y otros, que convertían la plaza en un mercado. La voz de los vendedores de naranjas salía entre todas las demás; y las naranjas, cuando alguno las demandaba, volaban rápidas y certeras de las manos de aquéllos a las del comprador, por encima de las cabezas.

Y las frases incisivas y groseras volaban de boca en boca, mientras el jugador, como un notable comediante, seguía parodiando la escena breve en la cual aquella D.ª Feliciana que ahora reía con tanto gozo, había salido á la calle toda sofocada con una bandeja de confites, prodigando á la condesa las más extremadas y serviles lisonjas.

Aquellas abejas o avispas del diablo, volaban en torno de la luna, y algunas llenaban su rostro, el cual era, visto de perfil, el del mismísimo Satanás, que tenía las cejas en ángulo y echaba fuego de ojos y boca.

Y todo esto creerá quien supiere lo que me contó el mozo de Cabra, diciendo que él había visto meter en casa, recién venido, dos frisones y que a dos días salieron caballos ligeros, que volaban por los aires; y que vió meter mastines pesados, y a tres horas salir galgos corredores; y que una cuaresma topó muchos hombres, unos metiendo los pies, otros las manos, otros todo el cuerpo, en el portal de su casa, esto por muy gran rato, y mucha gente que venia a solo aquello de fuera; y preguntando un día que qué sería, porque Cabra se enojó de que se lo preguntase, respondió que los unos tenían sarna y los otros sabañones, y que en metiéndolos en aquella casa morían de hambre, de manera que no comían de allí adelante.

El molino entero crujía, balanceando pesadamente sus aspas mutiladas, que resonaban con el cierzo lo mismo que el aparejo de un buque. Volaban las tejas de su destruida techumbre. En lontananza, los pinos apretados que cubrían la colina se agitaban zumbando entre sombras. Creyérase que era el alta mar...

Palabra del Dia

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