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Actualizado: 27 de julio de 2025
«Y la juventud huía, como aquellas nubecillas de plata rizada que pasaban con alas rápidas delante de la luna... ahora estaban plateadas, pero corrían, volaban, se alejaban de aquel baño de luz argentina y caían en las tinieblas que eran la vejez, la vejez triste, sin esperanzas de amor.
Agarrados los unos a los otros estos insectos por sus alas secas extendidas, volaban en montón, y a pesar de nuestros gritos y de nuestros esfuerzos, la nube no cesaba de avanzar, proyectando en la llanura una sombra inmensa. Pronto estuvo sobre nuestras cabezas; en los bordes viose durante un segundo un desgarrón, una rotura.
Jacintito tenía convertido el escritorio en club familiar, y allí se charlaba y fumaba, como se jugaba al box y al palo, y en momentos de amistosa expansión volaban los libros, cual si tuvieran alas; todo lo cual contribuía a darle el aspecto de sala de escuela, manchado de tinta el suelo y garabateadas las paredes por los muchachos revoltosos.
Íbanse poco a poco destacando del fondo luminoso del cielo los ángulos rectos y los cortes bruscos de las casas de las aldeas, con sus tapias de tierra y sus paredes de cascote, dominadas desde lo alto del monte por la ermita, en torno de cuyo viejo campanario volaban las bulliciosas y alegres golondrinas.
De nuevo volvió a aparecer en lo alto y otra vez tornó a ocultarse, mirando resbalar por delante de sí una legión presurosa de nubes de todas formas y tamaños que volaban a regiones desconocidas. En el espacio de media hora presentose y ocultose un número incalculable de veces, ofreciéndose a los ojos de los viajeros como un navío presto a sumergirse en aquel océano inquieto y tenebroso.
Los vendedores de la plaza iban entre barreras, arrojando con pasmosa habilidad los artículos que les pedían. Las naranjas volaban como rojas pelotas hasta lo más alto del tendido, yendo de la mano del vendedor a las del público en línea recta, como si un hilo tirase de ellas. Destapábanse botellas de bebidas gaseosas. El oro líquido de los vinos andaluces brillaba en los vasos.
El islote, estremecido, arrojaba fuera a sus alados habitantes. En lo más alto, como puntos negros, volaban hacia la isla grande otros pájaros fugitivos: los halcones que se refugiaban en el Vedrá y daban caza a las palomas de Ibiza y Tormentera.
Experimentaba cierta alarma al considerar la frecuencia con que se sucedían en París los fallecimientos de personas conocidas: políticos, artistas, escritores. Todos los días caía alguien de cierto nombre. La guerra no sólo mataba en el frente. Sus emociones volaban como flechas por las ciudades, tumbando á los quebrantados, á los débiles, que en tiempo normal habrían prolongado su existencia.
A cada paso tenía algo nuevo que preguntar a sus hermanos: que por qué las abejas metían la cabecita en las flores, que por qué las golondrinas volaban tan cerca del agua, que por qué no volaban derecho las mariposas. Pedro se echaba a reír, y Pablo se encogía de hombros y lo mandaba callar.
La gamuza ha dejado de recorrer las alturas, y numerosas aves, que volaban en verano muy por encima de las cumbres, han bajado prudentemente á las tibias regiones llanas. Pero el hombre continúa recorriendo los caminos que, de desfiladero en desfiladero, de estribación en estribación, se elevan hasta una brecha de la cresta y descienden por la otra vertiente.
Palabra del Dia
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