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Actualizado: 27 de julio de 2025
En medio de todas aquellas jóvenes engalanadas y hermosas, se destacaba como una excepción, tan marcada era la expresión indefinible y casi sobrenatural que el vigor y la elevación de sus pensamientos imprimían a su fisonomía. En ese día nada era más misterioso ni más melancólico que su semblante. Ausente, aunque presente, no escuchaba las frases que volaban en torno suyo.
Atrajeron mi atención aquellos seres juguetones y enredadores: todos se reían con infantiles carcajadas, y entremezclándose volaban, rasgando nubes, esparciendo flores con el batir de sus alas de pollo, y dándose de coscorrones al chocar unas con otras las rubias cabecitas.
De pronto, una línea negra había cortado el mar: algo así como una espina con raspas de espuma, que avanzaba vertiginosamente, formando relieve sobre las aguas... Luego, un golpe en el casco del buque, que lo había hecho estremecer de la proa á la popa, sin que ni una plancha ni un tornillo escapasen á la enorme dislocación... Después, un estallido de volcán, un haz gigantesco de humo y llamas, una nube amarillenta, de un amarillo de droguería, en la que volaban obscuros objetos: fragmentos de metal y de madera; cuerpos humanos hechos pedazos.
17 Y vi un ángel que estaba dentro del sol, y clamó con gran voz, diciendo a todas las aves que volaban por medio del cielo: Venid, y congregaos a la cena del gran Dios, 18 Para que comáis carne de reyes, y de capitanes, y carne de fuertes, y carne de caballos, y de los que están sentados sobre ellos; y carne de todos libres y siervos, de pequeños y de grandes.
Solamente, en medio de ese rumoreo adormecedor, lanzaban de vez en cuando al aire sus agudos chillidos algunos pequeños mochuelos que volaban de rama en rama e iban a posarse finalmente en las medio desnudas de un viejísimo roble.
Volaban en espiral sobre la popa, abanicando algunas veces con sus alas a los pasajeros de tercera clase. Otras se tendían en fila sobre el camino blancuzco y espumoso que dejaban abierto las hélices en la llanura del Océano.
Por esta fatalidad de los nombres de árboles en las calles donde vivieron, parecían pájaros que volaban de rama en rama, dispersados por las escopetas de los cazadores o las pedradas de los chicos. En una de las tremendas crisis de aquel tiempo, tuvo Benina que acudir nuevamente al fondo de su cofre, donde escondía el gato o montepío, producto de sus descuentos y sisas.
Ya casi en lo llano, se hallaron en un verde soto, en medio de frondosos y gigantescos árboles, y por cuyo centro se precipitaba caudaloso arroyo, dando saltos y formando copos de rizada y cándida espuma sobre el haz de sus agitados cristales. Muchas aves había por allí que ya trinaban alegres, ya volaban de rama en rama, sin el menor recelo de los hombres.
Los vencejos volaban satisfechos alrededor de un agudo campanario que desde mi ventana se distinguía. Sin vacilar un instante y sin reflexionar que iba a perder en un momento el beneficio de tantos meses de prudencia, escribí a Magdalena. Lo que le decía era insignificante.
Volaban los pájaros, corrían las reses hasta despeñarse, huían los niños, ladraban los perros en los caseríos, ¡como si en vez del bienestar y la riqueza les trajese aquel glorioso artefacto la oscuridad, la maldición y la guerra!
Palabra del Dia
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