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Actualizado: 19 de junio de 2025
En pie, cerca de ellos, con una hoz en las manos, vieron a un paisano viejo, la faz demudada, los ojos inyectados en sangre por la cólera, el cual, encarándose con Rosa, vociferó más que dijo: Oye, grandísima pendona, ¿no te he dicho ya que si la vaca volvía a saltar a la tierra te iba a cortar las orejas?... ¿Sabes que me están dando intenciones de hacerlo para que aprendas de una vez a tener más cuidado, mala cabra?
¡Mal rayo que te parta! vociferó el marqués echando fuego por los ojos . ¡Ahora me dices eso! ¿Pues no es cuenta tuya cuidar de que esté herrada? ¿O he de llevarla yo al herrador todos los días? Como no sabía que el señorito quisiese salir hoy.... Señor intervino Julián , yo iré a pie. Al fin tenía determinado dar ese paseo. Lleve usted la burra.
Lo que, como un lirio de noche en una habitación oscura, tuvo en medio de todas estas agonías iluminada el alma de doña Andrea, y le aseguró en su creencia bondadosa en la nobleza de la especie humana, fue que, ya porque en realidad le apenase la suerte de la viuda, ya porque creyera que había de parecer mal, siendo como el don Manuel bien querido, y maestro como ella, que permitieran la salida de sus hijas del colegio por falta de paga, la directora del Instituto de la Merced, el más famoso y rico del país, hizo un día, en un hermoso coche, una visita, que fue muy sonada, a casa de doña Andrea, y allí le dijo magnánimamente, cosa que enseguida vociferó y celebró mucho la prensa, que las tres niñas recibirían en su colegio, si ella no lo mandaba de otro modo, toda su educación, como externas, sin gasto alguno.
Que pongan lo que quieran con tal que sea nuevo dijo doña Flora ; ¿no es verdad, Sr. de Xérica? Justo, y afuera religión, afuera rey, afuera todo vociferó D. Pedro.
¡Esto ya no se puede sufrir! vociferó el general montando en cólera .Vamos a ver, señorita: ¿usted cree que yo no dispongo de medios para hacer que usted cante de plano? Diga usted prontito lo que sabe, pues de otro modo vamos a estar mal..., ¡vamos a estar maaaaal!...
Ya sé lo que va usted a decirme: que su señor padre le ha ayudado a salir de apuros en muchas ocasiones, pero, ¿no ha respondido el capital en muchas otras, bajo la garantía de don Bernardino Esteven? Y esta garantía, ¿podrá ser sostenida por su padre, hoy que corren rumores que no quiero repetir? ¡Calumnias! vociferó Jacintito. Canalladas de los envidiosos.
¡Miguel! ¡Perro! ¡Vén si te atreves! gritaba Ruperto, avanzando un paso hacia el grupo de sus temblorosos enemigos. ¡Miguel! ¡bastardo! La respuesta se la dio el agudo grito de una mujer. ¡Muerto, Dios mío! ¡Ha muerto! ¡Muerto! vociferó Ruperto. ¡Ah, el golpe fue más certero de lo que yo creía! y lanzó una carcajada triunfante. ¡Abajo esas armas, vosotros! ¡Ahora soy vuestro amo! ¡Abajo, digo!
¡Vieja! gritó la señorita Guichard. ¡Insolente! Usted verá quién soy yo ... ¡Perfectamente! apoyó Bobart; una demanda de indemnización ... ¡Sí! ¡Ya te daré yo la indemnización! vociferó el hombre con ademanes violentos. ¡Ven aquí, que te voy á hacer que escondas la cabeza debajo del ala, gallo viejo! ¿No te da vergüenza, á tu edad? ¡Vámonos! ¡Está ebrio! exclamó la señorita Guichard. ¡Ebrio!
No es seguro, no es seguro, no es seguro vociferó el abad de Naya, que se divertía más que en un sainete. ¡Por vida de lo que malgasto, que esto ya pasa de raya!
Eso es lo que usted no sabe.... ¡Señores, para que se comprenda toda la intemperancia del señor Cerojo y sus amigos, baste saber que de la base que tanto le ha sulfurado, no se ha leído más que la mitad! ¡Ahora no soy yo el intemperante, señor presidente! vociferó Simón, dominando con dificultad el tumulto que empezaba a reinar en la sala. ¡Orrrdeeen, señores! gritó el presidente.
Palabra del Dia
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