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Don Román me recibió cariñosamente, como de costumbre: ¡Gracias a Dios! me duele en el alma que te vayas; pero ¿no es cierto que de cuando en cuando vendrás a visitarme? Eres mi único amigo. ¿Quién me hubiera dicho que , el chiquitín que yo conocí de este tamaño, que cabía en un azafate, sería mi amigo?

Ya sabe la señora marquesa que, sin la enfermedad que me impide salir de aquí, la hubiera ahorrado yo la molestia de visitarme. Muchas gracias, señor Núñez; pero es igual para mi ejemplo que yo le visite a usted, o que usted me visite a . Concedido. ¿Y bien?

Me contó la historia de su aprisionamiento sin omitir ningún detalle, salvo como es de suponer, los que sólo la joven y yo debíamos conocer. La aventura me fué muy pronto confirmada por el doctor, en seguida por la señora de Laroque en persona, que vinieron sucesivamente á visitarme, y tuve la satisfacción de comprender que no se tenía sospecha alguna de la verdad.

En fin, un día dejó de visitarme; así pasó una semana, un mes, y nadie sabía darme razón de ella. Comprendí que había acabado toda dicha para y que en vano esperaría a mi madre. He aquí lo que había pasado: »Las esperanzas de mi padre se habían realizado. Actos del mayor heroísmo habían hecho que sus generales se fijasen en él y acababa de ser promovido al grado de jefe de división

Ya me acostumbré a verte por aquí.... Oye: ¡se me olvidaba! ¿Quieres tomar chocolate? ¡Con franqueza!... Si quieres... llamaré a María para que te haga el chocolatito. ¿No? Pues te la pierdes. Ven a visitarme, aunque sea de cuando en cuando, y un ratito, para que no digan las tías que te alejo de allá.

»Algunas veces vienen a visitarme los antiguos amigos de mi tío y su presencia rompe en tales ocasiones esta monotonía de mi vida. Pero, si he de ser sincera, diré que sólo dos nombres oigo pronunciar con agrado. »Es el primero el del conde de Mengis, pues él y su esposa se muestran conmigo muy amables y me tratan como a una hija. »El segundo nombre, Amaury, es el de su amigo Felipe Auvray.

Vienes a visitarme, ¡qué amable! pues, haremos los honores, como corresponde... Esta es casa: ¿ves ese caño maestro? ahí tengo el dormitorio; bien tapado por un extremo, echo el poncho y duermo dentro muy abrigado y a gusto; el otro, más pequeño, me sirve de despensa... mi lavabo está enfrente: el río, con agua limpita y fresca... y nada más, no necesito más... hasta chimenea tengo: el sol, de día, y de noche no me faltan ramas secas para hacer una hoguera.

Su madre había sido italiana, y ella hablaba el inglés con un leve acento extranjero, como que había vivido siempre en Italia, según decía. Vino a visitarme una vez, para expresarme su sentimiento por mi enfermedad.

¿Por qué lloras? Sonríes y lloras al mismo tiempo. ¿Y ? también sonríes y lloras. Y siguieron andando, sumidos en sus reflexiones. ¡Llama! dijo Pomerantzev. ¡Llama! respondió San Nicolás. Me das lástima, Nicolás. Estando tan viejo, tan enfermo, tan falto de fuerzas, andas sin cesar, vuelas sin descanso sobre la tierra y no te cuidas de nada. Ahora has venido por los aires a visitarme.

Y recibe mi más estrecho y apretado abrazo. =Marianela=. Ayer vino a visitarme mi amiga Petrona. Tomamos y charlamos mucho, mejor dicho, charló Petrona, porque yo apenas hice más que oirla. Petrona es una excelente mujer; buena esposa, tierna madre, bondadosa suegra. Si las virtudes domésticas merecen la canonización, Petrona es digna de un sitio preferente en el santoral.