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Actualizado: 24 de mayo de 2025
»De aquí mi descompuesta furia y mi loca desesperación cuando usía, advertido a tiempo del peligro, dejó con razón de visitarme. Mi enojo fue mayor aún cuando supe que usía se había casado; enojo absurdo, porque usía ni me había prometido ni podía prometerme no casarse, para ser fiel a las relaciones indefinibles en que soñé yo que estábamos.
Vaya, dijo doña Guiomar de todo punto disgustada y mohína, pues que de nada podéis servirme, señor Ginés de Sepúlveda, y estáis ahí inquieto y desasosegado como si asentareis sobre alfileres, idos en buen hora, y no os digo que cuando escapéis de vuestra penitencia podéis venir a visitarme como un buen amigo, porque se me antoja que mi casa ha de causaros espanto, por creerla lugar de perdición para vuestra alma.
Mi cuñado. ¿Y cuándo he conocido yo a tu cuñado, ni qué me importa?... Estamos bien. ¿Y a qué venía aquí ese señor... Feijoo, dices? Me parece que es amigo de Villalonga. Ha venido a visitarme, y esta es la tercera vez... Es un señor muy bueno y muy fino. ¿Qué te crees, que viene a hacerme el amor? ¡Qué tontito! Pero en resumidas cuentas, si te parece que no debo recibirle, no lo haré más.
Pero vamos a cuentas: todo eso es, como quien dice, soñado. Claro: ¿no has oído que me quedé dormida en el sillón?... Como que esos dos señores que estuvieron a visitarme, se murieron hace treinta años, cuando yo era novia de Antonio... figúrate... y García de los Antrines era muy viejo entonces.
Cohibido por su presencia, no tuvo fuerzas Ricardo para negarse, y la siguió al salón, bajando los ojos al tomar asiento. Al fin le veo en mi casa... Debo serle muy antipática, pues nunca quiere visitarme. Watson se excusó. Había estado dos veces por la noche en compañía de Robledo. No podía asistir diariamente á su tertulia, como los otros visitantes: se levantaba más pronto que todos ellos.
Pasé la noche en revolver trazas; unas veces me determinaba a rogárselo por Jesucristo, y considerando lo que le pasó con ellos vivo, no me atrevía. Mil veces me quiso desatar, pero sentíame luego y levantábase a visitarme los nudos, que más velaba él en cómo forjaría el embuste que yo en mi provecho.
Palabra del Dia
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