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Yo me alegro de que hayas venido. Lo que hago es extrañarlo, por lo mismo que de mañana no vienes nunca. ¿Qué nueva, pues, no menos importante que el anuncio de tu boda, puede hoy moverte a visitarme tan temprano? Vengo aquí de embajadora: te traigo un recado que arde en un candil. ¿De quién es el recado? Del Sr. D. Jaime Pimentel dijo doña Manolita.

Barrett, ex-Secretario de la embajada americana del Reino de Siam, según propio decir del mismo, nos dirijimos en una lancha americana á un puerto de Chinese Kowloon, donde se hallaba aquel cañonero. Mr. Barrett en el acto de la despedida, ofreció visitarme en Filipinas, cumpliendo más tarde su promesa en Cavite y Malolos.

No tardará mucho tiempo en ver caer mis blancos cabellos sobre ti Cuando vengas a visitarme, apoyándote en los troncos de las hayas tus eternas compañeras. Entonces, contemplándote de nuevo, reflexionaré todo lo pasajero de esta vida. Comparándola con tus gotas que convertidas en olas Mueren en el mar después de haber corrido alegres el camino Cubierto de flores unas veces, de espinas otras.

Después que nos batimos a satisfacción, y cuando se despejaron un tanto las densas nubes que oscurecían y turbaban su entendimiento, me marché a la Isla, a donde me acompañó deseoso, según dijo, de visitar nuestro campamento. En los días sucesivos casi ninguno dejó de visitarme. Su afectuosidad me contrariaba, y cuanto más le aborrecía, más desarmaba él mi cólera a fuerza de atenciones.

Les daba vergüenza así me dijeron por entrar visitarme y ofrecerme sus respetos por primera vez en ocasión tan triste; pues encerrados en su valle, del que no salían jamás sin un motivo de gran monta, un poco por ignorancia de los sucesos y otro poco por la maña de «dejar negocios para otro día...». En fin, allí estaban para que dispusiera de ellos a mi comodidad, como podía disponer de otros comparientes de allá, que no les habían acompañado, quién por falta de salud, quién por la de cabalgadura.

Me parece que en estos asuntos cuanto más sinceros seamos, mejor para todos. ¿Por qué ha de molestarse ese muchacho en visitarme una larga temporada para recibir la respuesta que desde ahora mismo le puedo dar? Bien, bien; procedamos con calma. Si Paco no te es antipático, como confiesas, no puedes asegurar que al cabo de seis u ocho meses o un año, no te enamores de él.

Viendo la desgracia derecha, y que era delito para visitarme las espaldas, corro á la ermita donde Solano cobraba, avísole de todo lo que había, deja la cobranza y vámonos con la moneda.

Cuando observaba que iba adquiriendo aplomo le disparaba repentinamente alguna maliciosa insinuación que de nuevo lo atortolaba, lo dejaba confundido y ruborizado. Vamos, conde, a que cuando usted me vio dijo para dentro: «Amalia está enamorada de : no pudo resistir al deseo de venir a visitarme.» ¡Amalia, por Dios!... ¿Qué disparate está usted diciendo?... ¿Cómo me había de atrever...

¡Miserable loco! exclamó, sin soltar á la doncella, que se debatía inútilmente. ¿Osas darme órdenes? ¡Sigue tu camino, aléjate á toda prisa, si no quieres que te arroje de aquí á puntapiés! ¡Largo, te digo! Esta buena moza ha venido á visitarme y no quiero que me deje tan pronto. ¿No es así? dijo soltando el talle de la joven y asiéndola por una muñeca.

Un cacique de esta nacion, que vino con otros Tehuelches á visitarme, me dijo que habia estado en una casa de madera que andaba sobre el agua. Como dijo esto pocos años despues que el Almirante Anson habia pasado el mar del sur, concebí que el cacique estaria en uno de los navios pertenecientes á esta escuadra.