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Actualizado: 29 de junio de 2025
Aparece San Juan Bautista y predica el arrepentimiento, declarando que se acerca el reino de Dios, y que su Hijo, el heredero del cielo, no tardará en venir para regenerar la viña destruída; pero también sucumbe.
Sin dilación alguna se dirigió nuevamente al barrio de la Viña y se detuvo delante de la casa de su antigua querida: acercóse á una reja baja que tenía, llamó con los dedos á los cristales y esperó. No tardaron en abrir. ¿Estás ahí, desaborío? Aquí estoy, limoncito verde. ¿Por qué limoncito verde? Porque eres agria para mí y veo mis esperanzas cada vez más verdes.
Nadé más de una hora, experimentando un placer indecible, y vistiéndome luego, seguí mi paseo hacia el barrio de la Viña, en cuyas edificantes tabernas encontré algunos de los más célebres perdidos de mi glorioso tiempo. Hablando con ellos, yo me las echaba de hombre de pro, y como tal gasté en obsequiarles los pocos cuartos que tenía.
Malas, muy malas, respondió el hombre rico, son ácidas como el vinagre. Entonces dijo el extranjero, Ya lo comprendo. Vd. ha dado a la viña nieve, lluvia, sol, calor y frío, pero ha 50 olvidado el viento. Cerca de un bosque hermoso vivían tres osos. Estos osos eran muy buenos y amables. Habían construido una 5 casa cómoda solamente con una puerta y una ventana.
El sabía bien que a los que saben negociar en política, esta buena madre les devuelve el préstamo con capital e intereses compuestos; y como para él lo mismo eran los nacionalistas y los autonomistas, los porteños y los provincianos, los federales y los unitarios, con todos promiscuaba, porque en la viña del Señor tanto valía para él ser judío como cristiano.
Yo te aguardo aquí con gusto hasta el día del Juicio. Sentía impaciencia por conocer la resolución de la muchacha. Pero Fermín no quiso que le aguardase. Pensaba pasar la noche en la viña. Y siguió la marcha a pie, mientras Rafael le anunciaba a voces que vendría a buscarle al día siguiente.
El pintor de su deshonra. Este es un auto, que se compara, por su título, con la tragedia que también lo lleva, y que, en su argumento, se asemeja asimismo á ella. Comienza con un soberbio monólogo de Lucero (Lucifer), que sale de la boca de un dragón, y llama á la Culpa, que habita en una obscura caverna. Cuando el último le pregunta lo que desea, le refiere la historia de su caída, y que, en castigo de su orgullo, ha sido condenado á tinieblas eternas. Expresa su desesperación, y su odio, y su envidia al Creador del mundo, que lo ha humillado tan profundamente, representándolo como á gran artista ó artífice maravilloso; cuenta, además, que este artista intenta pintar una forma y un rostro á su imagen, después de haber trabajado por espacio de seis días largos en un cuadro grande y maravilloso, que es la Creación, debiendo acabar su obra en el día séptimo; la Culpa ha de prestarle su ayuda, para que esa imagen desaparezca, y para que el artista reciba el nombre de pintor de su deshonra. La Culpa le promete su auxilio, y ambos se deslizan en el taller: asombrados y llenos de temor, á pesar de su aborrecimiento, contemplan el cuadro del Creador; las imágenes de las espigas y de la viña, alusión al futuro Sacramento, los hacen temblar, ocultándose entre las hojas de un árbol al oir ruido. El pintor aparece y comienza su trabajo, mientras la Inocencia, la Sabiduría y la Gracia le presentan los colores y entonan cánticos en su alabanza; y, cuando el trabajo se ha terminado, imagen del maestro, le infunde vida y aliento, y la Naturaleza humana, recientemente forjada, se arrodilla ante su Hacedor.
Al fin se detiene, examina unas hierbas, y dice: «¡Por aquí ha salido; no hay rastro, pero estas gotas de agua en los pastos lo indican!» Entra en una viña; Calíbar reconoció las tapias que la rodeaban, y dijo: «Adentro está». La partida de soldados se cansó de buscar, y volvió a dar cuenta de la inutilidad de las pesquisas. «No ha salido» fué la breve respuesta que sin moverse, sin proceder a nuevo examen, dió el rastreador.
Procuraba mostrarse impasible, pero su rostro, tan pronto palidecía con la transparencia de la cera, como se arrebolaba con una oleada de sangre. El señor Fermín bajó la cuesta de la viña, yendo al encuentro de unos arrieros que pasaban por la carretera. Su aguda vista de campesino les reconocía desde lo alto.
19 Y el ángel echó su hoz aguda en la tierra, y vendimió la viña de la tierra, y la envió al grande lagar de la ira de Dios. 20 Y el lagar fue pisado fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre hasta los frenos de los caballos por mil seiscientos estadios.
Palabra del Dia
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