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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Cerca de la fuente, en las piedras, y en los troncos viejos, se daban algunos que parecían plumas, cintas de seda, tiras de raso. Concluída la obra, corríamos a oir el fallo de las señoras. Para la enferma eran mejores los míos; para tía Pepa los de Angelina eran los más bonitos.
¡Oh! señor Duque, los hombres de la posición de usted, no son nunca viejos. El brillo atrae mucho a las mujeres... Por eso no basta que usted se reprima en adelante y sea prudente. El Duque se puso repentinamente pálido. Vaciló unos instantes, y dijo al cabo: Saliendo yo de esta casa, ¿verdad? Ese era el favor que venía a pedirle dijo ella sin levantar los ojos, con entonación humilde.
Todas las mercaderías quedaron reducidas al mas mezquino aprecio. La vara del paño de Echillon valia sesenta maravedís, la del de Lombai i Bruselas cincuenta maravedís viejos: la escarlata de Gante, sesenta; i la de Ipre, ciento i diez: i por último, los paños de Montpeller, Bruselas, Lóndres i Valencia, sesenta maravedís viejos. Todo lo demás andaba en esta forma.
No podía ser otra cosa sino médico este hombre que se presentaba de visita calzando espuelas y botas de montar y llevando en la mano unos guantes viejos. Don Manuel se había enderezado en el sillón de nogal y la niña enlazaba su bracito al del mozo recién llegado. No sabes lo oportunamente que llegas, hijo exclamó el enfermo. Qué, ¿se siente usted peor, acaso?
Corrió silenciosamente la puerta, y entre la multitud de pequeños rumores y crujidos de la desierta casa, se le figuró oír una voz débil que cantaba en el piso de arriba. Recordó que éste no era más que un desván utilizado para cuarto de trastos viejos. Casi avergonzada de su acción, subió furtivamente las escaleras, y entreabriendo la puerta, miró hacia adentro.
Yo estaba sentado en uno de aquellos viejos sofás, al lado de Gloria. Le pregunté si quería bailar y me respondió que no sabía. En Andalucía, casi todas las jóvenes saben los bailes del país porque se les toma maestro o maestra para enseñarlos; pero a menudo ignoran los de sociedad, con ser mucho más fáciles. No importa; yo te enseñaré.
Excelso padre Apolo: por las musas gloriosas, por los sátiros viejos del bosque secular, por las suaves ondinas que duermen en los lagos, por la luna, tu hermana, de soñolienta faz; suelta las rojas bridas de los salvajes potros que, en furioso galope, sus crines tenderán, y que enciendan sus cascos, al chocar con los soles, reverberantes rayos de paz y libertad.
Sin duda, el surtido de ébano se había agotado en aquella parte de África, porque no pudieron traer mas que veinte o treinta negros encadenados. ¡Y qué personal! Viejos, tiñosos, ulcerados: un espectáculo horrible. El doctor Cornelius se encargó de ellos para ver si los dejaba presentables.
Detuviéronse entre un grupo de viejos nogales, cuyos troncos y raíces formaban en el suelo una serie de escalones, con musgosos huecos y recortes tan apropiados para sentarse, que el arte no los hiciera mejor.
Al decir esto, me señalaba por las ventanas del salón las hermosas alamedas de nuestro parque, los viejos castaños en flor, las lilas y las madreselvas cuyo aroma embalsamaba el ambiente. En la antesala encontré al jardinero y su familia, todos tristes y silenciosos, y mirándome como si quisieran decirme: No se marche usted, señorito; no nos abandone.
Palabra del Dia
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