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Actualizado: 6 de noviembre de 2025
¡Un buen almuercito! me decía Mamette al conducirme a la mesa; pero es sólo para usted, porque nosotros ya comimos esta mañana. A cualquier hora que se visite a esos pobres viejos, siempre han comido por la mañana.
Así habló el tío Goro de Canzana, y el coro de viejos y viejas que le escuchaba aplaudió calurosamente su discurso. Sin embargo, el anciano capitán sudaba ya por todos los poros del cuerpo. Sus fuerzas mermaban á ojos vistas. Mas antes que confesarlo hubiera caído exánime á los pies de su pareja.
Pero ¿sería el enervamiento causado por sus fatigas? Ese día sentía impulsos de rebelión desconocidos en su alma. Los paseaba, sin poderlos disipar, entre aquellos muros donde había crecido; erraba, desamparado, en aquella fábrica que contenía todo su pasado, retenido por la fuerza del hábito y por el deber, buscando en todos lados sus viejos recuerdos.
Su vida se fundía en un chorreo de azúcar líquido... Y todavía adivinaba Ferragut las desobediencias de los dos viejos á las disciplinas del régimen, sus ocultamientos infantiles, sus astucias para gustar á solas las frutas y los jarabes, encanto de su existencia. Fué corta la entrevista. El capitán debía volver al Grao, donde le esperaba su trasatlántico, pronto á zarpar para la América del Sur.
Delante de nosotros teníamos hermoso panorama, dilatada dehesa, verdes gramales, risueños collados, arboledas seculares cubiertas por floridas enredaderas, viejos troncos poblados de orquídeas y de mil plantas trepadoras.
No se mudó el Casino y siguió remendando como pudo sus goteras y demás achaques de abolengo. Tres generaciones habían bostezado en aquellas salas estrechas y obscuras, y esta solemnidad del aburrimiento heredado no debía trocarse por los azares de un porvenir dudoso en la parte nueva del pueblo, en la Colonia. Además, decían los viejos, si el Casino deja de residir en la Encimada, adiós Casino.
Y en un año se transformó en Paseo de invierno el apetecible Espolón, secularizándose en parte. Algunos clérigos, viejos o pobres casi todos, protestaron y acabaron por abandonar su Espolón desparramándose por las carreteras.
No se sale de aquí sin decir algo. Y digo versos, por fin, y vomito disparates, y los celebran, y crece la bulla y el humo y el infierno. A Dios gracias, logro escaparme de aquel nuevo Pandemonio. Por fin, ya respiro el aire fresco y desembarazado de la calle; ya no hay necios, ya no hay castellanos viejos a mi alrededor.
Bueno, hombre, bueno, nos apretaremos. Estos gritos se oían en todas partes, viéndose a algunos pobres viejos por el aire, elevados a la imperial de los ómnibus en brazos de los que ya estaban en ella. Las caras resplandecían de alegría, lo mismo que el cielo.
Los menos asustadizos, aquellos capitanes y soldados viejos que servían de núcleo al ejército, pensaban que la empresa no era ya de provecho, habiendo pasado tanto tiempo y entrado el invierno, y dábales razón la mortandad de la gente que continuaba adoleciendo, y echándola en tierra los patrones, perecían de hambre y mal pasar en las playas sin que se hallase fácilmente quien les diese sepultura . Apenas quedaban ya en la armada 8.000 hombres, y no sanos; mas no por ello quiso el Duque apartarse de su propósito y suspender el viaje.
Palabra del Dia
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