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Actualizado: 11 de junio de 2025


Este detentador de fortunas ajenas, llegado a una insolente altura por sendas extraviadas y procedimientos vergonzosos, gozaba de un favor y de una influencia más insolentes todavía.

Se trata, en esta que he traído de muestra, del casamiento de la infanta doña Ana, de ciertos tratos vergonzosos entre Bukingam y , de condiciones recíprocas, de infamias... ¿quieres que te la lea, don Francisco de Sandoval y Rojas? No, no; pero eso es imposible dijo el duque abalanzándose al secreter de la derecha y abriéndole.

El héroe forzudo lleva bajo sus bíceps los cartuchos de dinamita con los que hacer volar istmos y montañas, y el herrero tuerto martillea día y noche para servir los incesantes pedidos de su señor... Mercurio el trapacero, que robó descansadamente durante siglos detrás de los mostradores, hace ahora antesala en los Bancos y se quita con humildad el capacete con alas para suplicar al gerente el descuento de un pagaré... Hasta la caprichosa Venus hace salir de su alcoba por la puerta de escape, como entretenidos vergonzosos, a sus antiguos amantes olímpicos y abre luego de par en par la puerta de honor para que entre por ella el dios despreciado.

En el mundo no hay más que nosotros dos; lo demás poco importa. ¿Quieres sacrificarnos á rencores pueriles y á odios vergonzosos? ¿Qué hemos hecho nosotros para merecer tales sufrimientos? ¿Cuál es nuestro crimen, amarnos? ¡Crimen muy dulce, por cierto! La joven se había inclinado hacia él. Mauricio tomó su mano y la apoyó contra el corazón.

Es en ellos circunstancia apreciable para emplearlos la elocuencia y persuasiva, y tienen en poco al que le falta esta prerrogativa, aunque tenga otras recomendables; se precian mucho de vergonzosos y pundonorosos, pero por falta de educación y de ideas no saben usar rectamente de estas virtudes.

La clase monástica, pues, pesaba en la balanza de los negocios públicos de una manera incontrastable. Tenía también una espada, una terrible espada cuyo poder aterraba. Esta espada era el Santo Oficio de la general Inquisición. El Santo Oficio tuvo poder bastante para traer á España los vergonzosos tiempos de Carlos II.

Tenéis razón; yo no veo en el mundo, alrededor mío, aturdiéndome siempre con su charla insoportable, dándome náuseas con su vanidad estúpida, repugnándome con sus vergonzosos vicios, más que miserables divididos en dos mitades: los comidos y los que comen; tenéis razón, yo no tengo alma ni corazón ni más que indiferencia, ó hastío ó mala intención, para el mundo; pero yo, en medio de ese mundo, tengo un pequeño mundo mío, que me consuela del otro, por el que lucho, por el que vivo, para el que tengo alma, corazón, amor, lágrimas; el uno, el primero de esos cuatro seres, es el duque de Osuna, alma grande, noble y generosa, cuyo pensamiento comprende el mío, cuyo corazón no late sino por lo grande, por lo verdaderamente grande, y que tan grande es, que los que no le comprenden le llaman extravagante; el duque y yo nos fuimos aproximando el uno al otro insensiblemente, porque debíamos estrechar la distancia que nos separaba; nos unimos al fin, porque era necesario que nos uniéramos, y al cabo nos confundimos de tal modo, que el duque se reflejó en , y yo me reflejo en el duque; que yo sin Osuna sería un filósofo arrinconado, y Osuna sin un águila sin alas.

Respecto de los dos meses que duró aquel extravío que sólo duró ese tiempo a lo más, le referiré tan sólo el incidente fácil de prever que lo terminó. Al principio creí olvidar a Magdalena, porque cada vez que su recuerdo venía a mi mente, le decía: «¡Huyecomo se oculta a los ojos respetados la vista de ciertos cuadros hirientes o vergonzosos. Ni una sola vez pronunciaba su nombre.

Resuelto a que su amistad «con aquel ángel hermoso» no acabase de mala manera, en una aventura de grosero materialismo llena de remordimientos y dejos repugnantes; seguro de que aquella mujer ponía en aquel lazo piadoso toda la sinceridad de un alma pura, y que degradarla, caso de que se pudiera, sería hacerle perder su mayor encanto; el Magistral que vivía ya nada más de esta refinada pasión que según él no tenía nombre, luchaba con tentaciones formidables, y sólo conseguía contrarrestar las rebeliones súbitas y furiosas de la carne con armisticios vergonzosos que le parecían una especie de infidelidad.

El mal ejemplo que resulta de la depravacion sin freno de los superiores, engendra la corrupcion en un pueblo que apénas columbra en su horizonte la primera alborada de la civilizacion; así pues los habitantes de Concepcion se han llenado ya de viciosos vergonzosos, y la inmoralidad ha llegado á su mas alto grado.

Palabra del Dia

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