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Actualizado: 29 de noviembre de 2025


Con el cigarro en la boca y las riendas sueltas en el cuello del caballo, Raúl se dirigía lentamente a Candore pensando en la fina silueta del joven capitán que había visto en la ventana y que había causado tan linda sonrisa en los labios de miss Darling... ¿Quién podía ser aquel muchacho?

Ni siquiera das ese consuelo a la infeliz replicó Antoñona . sacrificas voluntariamente en el altar a esa mujer que te ama, que es ya tuya; a tu víctima: pero ella, ¿dónde te tiene a ti para sacrificarte? ¿Qué joya tira por la ventana, qué lindo primor echa en la hoguera, sino un amor mal pagado? ¿Cómo ha de dar a Dios lo que no tiene? ¿Va a engañar a Dios y a decirle: «Dios mío, puesto que él no me quiere, ahí te lo sacrifico; no le querré yo tampocoDios no se ríe: si Dios se riera, se reiría de tal presente.

El reloj hacía oír su tic tac; de la pared en que se encontraba la ventana venía el ligero quejido del viento y en el interior de la habitación resonaba el ruido de los pasos de Roberto; fuera de esto, ni el menor ruido. Y de improviso me pareció oír, en medio del silencio, que mi sangre se agitaba y hervía dentro de mi cuerpo. Escuché con atención.

Y el posadero, detrás de la ventana, al verle alejarse a buen paso, se decía: ¡Qué pálido estaba cuando entró! No podía sostenerse sobre las piernas. ¡Es raro! Un hombre rudo, un veterano que se asusta de tan poca cosa. Por mi parte, ya puedo ver pasar cincuenta regimientos tendidos sobre los carros y me preocuparía tanto de ellos como de mi primera pipa.

Se mantenía derecha e inmóvil en el ángulo de una ventana, los brazos cruzados, la cabeza inclinada, y casi no se daba cuenta de la curiosidad que su presencia comenzaba a excitar.

Detrás del bosque de pinos, cuya corona sombría y silenciosa domina todo ese movimiento, se enciende un resplandor de oro; dentro de media hora la luna verterá sobre aquella escena su luz sonriente. Juan avanza a pasos lentos entre las tiendas; se detiene delante de la posada de la Corona y mira por la ventana.

Dos monjas que estaban de turno en la portería se asomaron también por otra ventana baja; pero lo mismo fue verlas Mauricia que empezar también a mandarles piedras. Nada, que tuvieron que retirarse. Asustadas las infelices, quisieron pedir auxilio.

21 Y ella respondió: Sea así como habéis dicho; y los envió, y se fueron; y ella ató el cordón de grana a la ventana. 22 Y caminando ellos, llegaron al monte, y estuvieron allí tres días, hasta que los que los seguían se hubiesen vuelto; y los que los siguieron, buscaron por todo el camino, pero no los hallaron.

Algunos instantes después, como si se hubiera acordado de algo, se animó, y con los ojos brillantes se asomó a la ventana: acechaba a su madre. Permaneció asomado a la ventana una hora entera. Muchas veces creyó divisar detrás de la esquina la gorra de piel, los ojos terribles y el pálido rostro maternos. Se disponía ya a lanzar un grito de horror, cuando la visión desapareció.

A cuyas señas y voz volvió don Quijote la cabeza, y vio, a la luz de la luna, que entonces estaba en toda su claridad, cómo le llamaban del agujero que a él le pareció ventana, y aun con rejas doradas, como conviene que las tengan tan ricos castillos como él se imaginaba que era aquella venta; y luego en el instante se le representó en su loca imaginación que otra vez, como la pasada, la doncella fermosa, hija de la señora de aquel castillo, vencida de su amor, tornaba a solicitarle; y con este pensamiento, por no mostrarse descortés y desagradecido, volvió las riendas a Rocinante y se llegó al agujero, y, así como vio a las dos mozas, dijo: -Lástima os tengo, fermosa señora, de que hayades puesto vuestras amorosas mientes en parte donde no es posible corresponderos conforme merece vuestro gran valor y gentileza; de lo que no debéis dar culpa a este miserable andante caballero, a quien tiene amor imposibilitado de poder entregar su voluntad a otra que aquella que, en el punto que sus ojos la vieron, la hizo señora absoluta de su alma.

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