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Actualizado: 29 de noviembre de 2025


Miraba D. Álvaro al cielo por la ventana y decía que estaba diáfano y estrellado; pues en seguida se suponía que estaba helando, y se lamentaba grandemente la reunión, porque las heladas iban á secar toda la siembra. Pasaba un muchacho cantando por delante de casa; pues no faltaba uno que exclamase: «¡, canta, canta, que lo que es este año vamos á tener tiempo para llorar

Mucho peor era durante el flujo: subía á la altura de sesenta pies, y su furiosa espuma, elevándose más todavía, se estrellaba impertérrita contra su ventana. Y no estaba el buen hombre seguro de que el mar se contentara con eso; su odio podía inducirle á jugarle alguna mala treta.

En el gabinete persa, que era una rotonda aislada en cierto modo de la casa, había luz. Dió dos golpecitos a la puerta diciendo por el agujero de la cerradura: Soy yo, Ventura. ¡Abre! Gonzalo está ahí. La puerta se abrió, en efecto. Apareció Ventura más pálida que una muerta. El duque de Tornos estaba en el otro extremo, y se dirigía a una ventana para saltar por ella.

Que D. Amadeo, cansado de bregar con esta gente, tira la corona por la ventana y dice: «Vayan ustedes a marcar al Demonio». ¡Todo sea por Dios! exclamó Guillermina dando un suspiro y volviendo imperturbable a su trabajo. Jacinta pasó al salón, más que por enterarse de las noticias, por ver a su marido que aquel día no había comido en casa.

Desde la ventana se descubría toda la llanura, toda Villanueva y hasta la alta mar, y me dormía escuchando el rumor del viento en los árboles y el ronquido de las olas que había arrullado a Domingo en la niñez. Al día siguiente todo recomenzaba como el anterior, con la misma plenitud de vida, la misma exactitud en las distracciones y en el trabajo.

Y no bien lo impedían, don Paco se burlaba de mismo y se despreciaba, presumiendo que lo que llamaba él religión y moral fuese cobardía acaso. Después de aquel tempestuoso insomnio, que convirtió en siglos las horas, don Paco se levantó del lecho y se vistió antes que llegase la del alba. Abrió la ventana de su cuarto y vio amanecer.

Al pasar ante la casa de Pirovani miró al lado opuesto y aceleró la marcha de su caballo, por temor á que Elena abriese una ventana, llamándole. Iban transcurridos muchos días sin que él hubiese vuelto á visitarla. Sentía esos temores vagos que anuncian la cercanía del peligro, pero sin dejar adivinar de qué parte viene.

Rodeada de su padre, su madre, sus hermanitos y miss Mary, ella seguía en su labor como una brujita, teje que teje, teje que teje, teje que teje... Por su boquita, contraída por la atención, acechaba su lengua a manera de una curiosa que se asoma por la ventana. Sus pequeñas manos parecían dos arañas de cinco patas, apuradísimas en reconstruir una tela rota por el viento.

Algo muy importante debía ocurrir para que el capitán viniera á buscarle. Se acercó el jinete á la ventana junto á la cual leía el oficinista y dió la mano á éste inclinándose sobre su montura. Teniendo por inútiles los preámbulos, dijo inmediatamente, con una sequedad militar: -He venido á verle cuanto antes para que pueda aprovechar el correo de hoy... Quiero hacer un obsequio á la marquesa.

Ha llegado a mi casa sobre el ala de un rayo y ha llenado de rosas mi pobre habitación, y yo le he preguntado quién era, y era Mayo, Mayo con su perfume de flor y corazón. Abriéronse mis brazos a su áurea caravana y se llenó mi mesa de vaga devoción; fué un desfile de rosas y aves por mi ventana, abierta a la olorosa y dulce procesión. Y al fin, emocionado, hablé: Mayo, ¿qué quieres?

Palabra del Dia

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