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Actualizado: 24 de julio de 2025
Aquí sólo sabemos, por carta que se ha recibido hoy, que vendrá a fines de agosto. ¡Qué pronto! exclamó Leto dejándose llevar, sin duda alguna, de su natural bondadoso. Y no se habló más de Nacho. Nuevas idas y venidas de Leto.
Y eran de ver las idas y venidas cuando confesé que todavía no me había desayunado. ¡En seguida, el cubierto, niñas! La mesa en medio del cuarto, el mantel del domingo, los platos de flores. No se rían tanto, hagan el favor, y vamos de prisita. Creo que, efectivamente, se apresuraron. Apenas en el tiempo necesario para romper tres platos, encontrose servido el almuerzo.
Hay estudiante que se acuesta satisfecho con media docena de miradas recogidas acá y allá, en sus idas y venidas por el Espolón o por la calle del Comercio; y niña casadera que tiene para ocho días con una flor amorosa que fingió desdeñar por impertinente y que saborea a sus solas, mientras borda unas zapatillas durante siete días mortales, detrás del cristal que azota la lluvia incansable.
Desde mi sitio contemplaba yo las idas y venidas de un anciano que circulaba tranquilamente por las alamedas. Todo el día estaba podando los árboles, cavando, regando, cortando las flores marchitas con minucioso esmero.
Cuidaba y mimaba á su marido con gran cariño y él la seguía en sus idas y venidas por las habitaciones, con unos ojazos que revelaban la ternura del agradecimiento. En fin, querido planeta continuó el capitán que parecen unos novios. No sé qué diablos habrán andado en esto, pero los dos son otros, completamente. Aresti sonreía. ¿Entonces preguntó la casa de mi primo será un nido de amor?
El baile de las seguidillas es como sigue: mientras preludia una guitarra, se separan las parejas, vestidas con graciosos trajes de majos, y se coloca cada uno á tres ó cuatro pasos de distancia; cantan el primer verso de la copla mientras los bailarines permanecen inmóviles; calla otra vez la voz; la guitarra comienza entonces la melodía, y al cuarto compás prosigue la voz de nuevo, se oyen las castañuelas, y el baile comienza con sus acompasados giros, sus graciosas idas y venidas y su encantadora expresión de amorosa alegría.
De uno y otro lado del Istmo hay una selva de mástiles; los buques, apiñados, se estrechan, se chocan; sus tripulaciones venidas de los cuatro ángulos del mundo, se miran con antagonismo en el primer momento, las cuchillas de a bordo relucen con frecuencia y por fin se amalgaman en la baja e inmunda vida colectiva.
Luego salían, iban a echar una ojeada a la trinchera, volvían a calentarse, y todo el mundo, al recordar a Riffi, sus alaridos cuando se le iba el caballo y sus gritos de angustia, se reía hasta desternillarse. Eran las once. Aquellas idas y venidas duraron hasta mediodía, momento en que Marcos Divès penetró rápidamente en la sala gritando: ¡Hullin! ¿Dónde está Hullin? Aquí estoy. ¡Pronto, ven!
En las calles bañadas de sol o bajo los caparazones de los techos agitábase el humano hormiguero, impulsado por necesidades e ideas del momento que consideraba importantísimas. Todos creían con el más cándido y vanidoso de los egoísmos que una voluntad superior y omnipotente vigilaba y dirigía sus idas y venidas, iguales a las de los infusorios en una gota de agua.
Como se cree artista porque toca la guitarra, y además, figura entre los de la cáscara amarga y le tenía gran simpatía al padre, es el único de la ciudad que ha seguido leyendo en los papeles todas las idas y venidas de esa mujer. Dice que no canta con su apellido. Gasta otro nombre más sonoro y raro, un apellido extranjero.
Palabra del Dia
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