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Alborotóse Rodrigo con la nueva, i juntando á los de su consejo i á los principales caballeros que residian en su córte i cerca de su persona, les habló en estos términos: «Gentes feroces, venidas de Africa, han entrado en nuestras tierras, talando los campos, tomando los ganados i cautivando las personas.

Voz de la conciencia de Isidora o interrogatorio indiscreto del autor, lo escrito vale. Una mañana de diciembre de 1875, estaba Isidora triste y sin sosiego. Sus idas y venidas dentro de la casa, sin motivo aparente de tal actividad, indicaban que algo muy grave ocurría.

Seguía con la mirada disimuladamente las idas y venidas de Petra, que servía a la mesa. Después del café pudo notar don Álvaro que su amigo estaba impaciente.

El Nacional, interesado por estas idas y venidas, le recibió al pie de la escalera. Ice que nesesita ve al amo masculló atropelladamente el gañán . Paece hombre de malas purgas. Ha icho que quié que baje en seguía, pues tié una rasón que darle. Volvió el banderillero a aporrear la puerta del espada, sin hacer caso de las protestas de éste.

Los que habían perdido en los días anteriores se regocijaban con una alegría de venganza. «¡Qué tarde!... ¡Esto se ve pocas vecesSonreían dándose con el codo al notar las idas y venidas de los inspectores, la presencia de altos empleados que se esforzaban por ocultar sus impresiones, la cara larga de los que volvían de la caja central con nuevos paquetes de placas de mil francos para pagar á aquella señora que por tres veces había dejado á la mesa sin dinero.

Sentía el deseo de nadar un poco en aguas más profundas, pues el mar sólo le llegaba á la cintura en sus idas y venidas. Y después de acarrear cuatro piedras en vez de dos, se echó de espaldas en el agua, nadando mar adentro. Este simple juego produjo gran alarma en los buques y las máquinas aéreas, que hasta entonces habían evolucionado mansamente.

Y Azorín escucha a través de su letargo este concierto de centenarias melodías, este concierto de melodías tan dulces, tan voluptuosas, que traen a su espíritu consoladoras olvidanzas. Entonces, cuando una débil claridad penetra por las rendijas de la ventana, se oye sobre la canal de latón, que pasa sobre ella, un traqueteo sonoro, ruido de saltos, carreras precipitadas, idas y venidas afanosas.

El pueblo extendía hasta cerca del agua sus calles rectas, orladas de casitas blancas, donde se albergaban por una temporada los veraneantes, todas aquellas familias venidas del interior en busca del mar. Cerca del muelle, un caserón mostraba sus ventanas como hornos encendidos, trazando regueros de luz sobre las inquietas aguas. Era el Casino.

Al cabo de un mes de idas y venidas y no pocos trabajos, salió a luz La Abeja, que llevaba entre otros un artículo mío histórico acerca de Felipe II. Este artículo en que se defendía la política del monarca español y se vindicaba su nombre, consiguió llamar la atención de las familias de los redactores y me valió no pocas enhorabuenas.

No pocas idas y venidas costó la aparición de La Independencia, «diario liberal de la mañanaNuestro amigo Mendoza por poco pierde la razón a puro correr por las calles. Desde la imprenta al almacén de papel, de aquí a la redacción, de la redacción a casa de Ríos, y así todo el día y parte de la noche.