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Actualizado: 30 de junio de 2025
Tú eres Sherlock Holmes...» Una manía de borracho que a última hora se apoderó de mí. Y luego empecé a aporrear la puerta vecina, la del misterio, pugnando por abrirla. Se me había metido en la cabeza que el amigo Holmes llevaba oculta en este camarote a una princesa rusa que viaja de incógnito y va a casarse con un jefe de tribu del Gran Chaco. Fantasías del alcohol, querido Ojeda.
Lloraba Sancho la muerte de su señor, que aquella vez sin duda creía que llegaba en las garras de los leones; maldecía su ventura, y llamaba menguada la hora en que le vino al pensamiento volver a servirle; pero no por llorar y lamentarse dejaba de aporrear al rucio para que se alejase del carro.
El Nacional, interesado por estas idas y venidas, le recibió al pie de la escalera. Ice que nesesita ve al amo masculló atropelladamente el gañán . Paece hombre de malas purgas. Ha icho que quié que baje en seguía, pues tié una rasón que darle. Volvió el banderillero a aporrear la puerta del espada, sin hacer caso de las protestas de éste.
Ni millonarios, ni hombres de sports. Ella tomaría á quien quisiera escoger. Los hombres iban á ofrecerse á Mina Craven formando legión, satisfechos y felices si se dignaba hacerlos sus esclavos. Inmediatamente, como un síntoma de cariño fraternal, sus dientes castañeteaban de cólera y se le cerraban los puños. ¡Qué deseos tan vehementes tenía de aporrear á este compañero de juegos infantiles!...
Es un hombre como otro cualquiera y se conformará con lo que le den. Susana, ¡un hombre como otro cualquiera! exclamé indignada. Entonces ¿no lo has visto? Ya lo creo que lo he visto, señorita, y hasta puedo afirmar que lo he oído. ¿Acaso le es permitido a ningún cristiano aporrear de ese modo la puerta de una casa decente? Con todo, enamoriscaos de él si queréis, que a mí...
Digo esto porque, si no me engaño, hacia nosotros viene uno que trae en su cabeza puesto el yelmo de Mambrino, sobre que yo hice el juramento que sabes. -Mire vuestra merced bien lo que dice, y mejor lo que hace -dijo Sancho-, que no querría que fuesen otros batanes que nos acabasen de abatanar y aporrear el sentido.
Pues, mira, Luisa; ¡yo ni eso le concedo! ¿Qué chiste tiene eso de aporrear el piano? Si aquello me parecía un pleito de perros. Y la rubia se tapó las orejas. Teresa, por Dios: ¡ten caridad! dijo en tono compasivo la morena. No hables así; dirán que decimos eso por... ¡envidia! ¿Envidia yo? ¿Y de qué? ¿Yo? ¡Gracias a Dios que no toco el piano!
Bebía, sin que nunca le temblasen las piernas ni menos los brazos; antes bien, a éstos les entraba con el calor del vino un furor por aporrear, cual si todo el mundo fuese una masa como la que aporreaban en el horno.
Palabra del Dia
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