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Actualizado: 17 de junio de 2025
-No hay para qué, señor -respondió Sancho-, tomar venganza de nadie, pues no es de buenos cristianos tomarla de los agravios; cuanto más, que yo acabaré con mi asno que ponga su ofensa en las manos de mi voluntad, la cual es de vivir pacíficamente los días que los cielos me dieren de vida.
¡Por venganza! Contra mi marido, porque al procurar un entretenimiento al príncipe, no ha tenido á mano otra cosa que la querida de don Rodrigo Calderón. Tal vez os ame... y aunque esto no es disculpa... Don Rodrigo no me ama... porque... ¿Por qué? Porque no se ama más que á una mujer, y don Rodrigo está enamorado de... ¿De quién? exclamó la duquesa, cuya curiosidad estaba sobreexcitada.
¡Inmóviles siguen los ojos de Angué! ¿Dormirán ante el temor de algún remordimiento, ó ante el éxtasis del placer de una satisfecha venganza? No. Angué no tiene remordimientos, como no los tiene ninguna india. Todo lo que hacen creen lo pueden hacer. El deber y el honor tiene en la india una interpretación muy diferente que en el viejo mundo.
Fué luego á visitar los enfermos y con extremo dolor suyo vió morir á su vista una mujer, sin tener tiempo para administrarle el santo bautismo; leyó sobre todos el Evangelio Super ægros; mas Dios quiso diferir algún tanto el favor para que la gente tuviese en mayor aprecio y veneración su santa ley, y por ella á su ministro, y así fueron mejorando poco á poco los apestados; y entonces ordenó el santo varón que por las tardes se juntasen todos en la plaza; allí, desde un lugar eminente, les explicó la verdadera causa de aquel accidente; que no era él la causa por ser hombre flaco y miserable, y de ningún poder como ellos, sino sólo Dios del cielo, á quien él servía, que había tomado á su cuenta la venganza de la injuria que á él le habían hecho; que por tanto se quejasen de sí mismo, que á él le pesaba mucho de aquel mal.
El aviso misterioso había volado de los ventorros a los ranchos, por toda la extensa campiña, y cuantos trabajaban en ella acudían presurosos, creyendo llegado el momento de la venganza. Miraban con ojos feroces a Jerez.
Lo cual, hiriendo mi doble vanidad de muerto y de vivo, avivó mi sed de venganza. Media hora después mamá volvió a preguntar por mí, respondiéndole Celia con tan pobre diplomacia, que mamá tuvo en seguida la seguridad de una catástrofe. ¡Eduardo, mi hijo! clamó arrancándose de las manos de su hermana que pretendía sujetarla, y precipitándose a la quinta. ¡Mercedes! ¡Te juro que no! ¡Ha salido!
28 Voz de los que huyen y escapan de la tierra de Babilonia [se oye], para dar las nuevas en Sion de la venganza del SE
Cualquiera de mis hazañas anteriores bastaría para que me fusilasen: no merezco menos... Además, me inspira temor la venganza de los míos. Conozco los procedimientos del «servicio» cuando necesita deshacerse de un agente incómodo que está en tierra enemiga.
Le azotó el rostro con la intención, y ya desahogada la ira, que se gozaba con las futuras crueldades de la venganza, pudo decir sereno y sonriente: En fin, Bonis, tienes razón; ya se ajustarán cuentas cuando Emma sane, y se pueda ver con números, que tú has de procurar entender, ¿estamos?, lo que habéis gastado vosotros, lo que he ahorrado yo..., y quién debe a quién.
Unas esperan a que llegue el 10 de abril para disponer de su corazón, porque se han jurado a sí mismas a ser juiciosas hasta los diez y siete años. Otras encuentran un protector de su gusto y no se atreven a confesárselo: temen la venganza de un consejero refrendario que ha jurado matarla, y suicidarse en seguida, si ama a otro que no sea él.
Palabra del Dia
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