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Actualizado: 17 de junio de 2025
Ese era su derecho, más aún, su deber. Todo la obligaba a ello, su juramento, el honor, la disciplina. Si la venganza salía ganando, mejor... Sordos murmullos y gritos confusos: ¡Ahí están! ¡Ahí están!
El corazón de la hija, hay que confesarlo, no padeció gran cosa. Aquella desgracia no apagaba por entero el rencor que despertaba en su alma el recuerdo de los amarguísimos días que acababa de pasar. Su venganza no estaba satisfecha porque veía a la Amparo rica y feliz.
Los Catalanes y Aragoneses, por dar cumplimiento á su venganza, á las faldas del monte Hemo vencen á los Masagetas.
Es que ha llegado el marqués, y desde que se sentó en la mesa empezaron Aparisi y él a tirotearse. ¿Qué han dicho? Aparisi afirmó que la Monarquía no era factible, y después largó un ipso facto, y otras cosas muy finas. Juan soltó la carcajada. «El marqués estará furioso». Come en silencio, meditando una venganza. Te contaré lo que ocurra. ¿Quieres pescadilla?, ¿quieres bistec?
Al campana robado le queda aún como arma la delación y la usa como venganza; si los ladrones son tomados, éstos no dejan de envolverlo en sus declaraciones, y se hunde con ellos, y si no lo son, se ve libre y queda aguardando una oportunidad de hacerles caer en las garras del gallo policial: este es el origen verdadero de más de una pesquisa curiosa que ha servido para bombo a algún inútil.
La artista le escuchaba sonriendo, con los ojos cerrados, reclinada en el fondo del carruaje, con un gesto de placer, como si paladease con fruición aquel fuego de amor que aún ardía en Rafael y que era su venganza. Los caballos marchaban al paso por la Castellana.
En el pórtico de la casa grande, donde se detuvo el coche, cesaron las ilusiones del granuja, porque un criado le dijo que si manchaba el piso con sus pies enlodados, le rompería el espinazo. Ante esta abrumadora razón, Migajas se retiró, lleno el corazón de un ardiente anhelo de venganza.
Lo que es a Botín no le puede ver». Al decir esto, Relimpio dejaba conocer, al trasluz de su pena, el regocijo de la venganza. ¡Riquín no quería al otro! ¡Oh placer de los dioses!
La madre de éstos, D.ª María Rodríguez, buscando á los agresores y hallándolos en tierra de Portugal, adonde se habían refugiado huyendo de la justicia, tomó sangrienta venganza en ellos, cortándoles las cabezas y entrando con ellas triunfante en Salamanca.
Que, bien apurada la cosa, burla fue y pasatiempo; que, a no entenderlo yo ansí, ya yo hubiera vuelto allá y hubiera hecho en tu venganza más daño que el que hicieron los griegos por la robada Elena. La cual, si fuera en este tiempo, o mi Dulcinea fuera en aquél, pudiera estar segura que no tuviera tanta fama de hermosa como tiene. Y aquí dio un sospiro, y le puso en las nubes.
Palabra del Dia
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