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Jóvenes llegados de diversos lugares de la tierra para estudiar los misterios del Océano acababan por hacer cálculos matemáticos sobre las probabilidades de la ruleta. Y además, tiene el amor decía Castro al comunicarle Toledo sus impresiones sobre Novoa . Cuando no juega está al lado de esa Valeria. Eran novios.

Sabía por Valeria que había ido repetidas veces á Villa-Rosa, sin conseguir que su dueña lo recibiese. Es más; la duquesa se estremecía de miedo ante esta visita. «No quiero verle; di siempre que no estoyDon Marcos había sufrido la misma suerte, teniendo que entregar su tarjeta, unas veces á la confidenta de la duquesa y otras al jardinero.

Ya tengo bastante de Monte-Carlo. ¡Lo que dejo aquí!... Dinero, ilusiones... Miguel se muestra discreto. Cree oler en su amigo el desengaño inesperado, la decepción, que necesitamos olvidar para que no continúe atormentándonos. Se acuerda de Valeria, y no ve en la persona del catedrático el menor vestigio que denuncie el roce con la mujer.

A Valeria le parecía el suyo mil veces más hermoso y mejor formado, y sin embargo, hubo un momento en que pensó: «Vaya, que se parecen mucho, son casi iguales, tan semejantes, que si dejara de verlos unos cuantos meses..., no acertaría con el mío; es decir, míos son los dos; en fin, con el que yo he parido

Miguel permanecía en el Casino horas y horas, cerca de la mesa de ella, atisbando una ocasión propicia, sin poder conseguir mas que breves conversaciones en un descanso del juego ó al tomar el en el bar de los salones privados. Una mañana fué á sorprenderla en su «villa». Eran las diez. Encontró á Valeria, que acababa de ponerse el sombrero y parecía contrariada por esta visita.

Dos mujeres vulgares se hubieran dejado insensiblemente sojuzgar por las circunstancias anormales de la situación. En Susana y Valeria sucedió lo contrario: ellas se impusieron a la índole del caso. Ni la protectora imperaba como ama, ni la protegida parecía dominada como sierva. El afecto, más aún, la buena educación y delicadeza de sentimientos, hacían las humillaciones imposibles.

El príncipe vió á Novoa y á Valeria en el mismo diván, continuando su conversación, pero cada vez más abstraídos, fijos los ojos en los ojos, como si estuviesen en un lugar desierto. Llegó cerca de ellos sin que le viesen, y pudo oir un fragmento de lo que decía la acompañante de Alicia.

No la vi salir, pero me han contado que parecía una muerta, apoyada en el brazo de Valeria... Aseguran que sufre del corazón... Lo que yo digo: no es jugador todo el que pretende serlo; se necesita un organismo fuerte. «La Generala» juega menos, pero tiene más serenidad, unas entrañas sólidas. Miguel durmió mal. Estaba indignado contra Alicia.

Al terminar el juego se marchaba, apoyada en un brazo de Valeria, saludando á todos con una amabilidad extenuada y victoriosa. Algunas veces, como una enferma que se deja nutrir á regañadientes, aceptaba los sándwichs y la taza de que su acompañante hacía traer á la mesa de juego. Una noche ¡noche memorable! se cerró el Casino sin que ella cesase de ganar.

Si fue por mira interesada o en acatamiento de aquel impulso de caritativa amistad, nadie lo sabrá nunca, pero lo cierto es que el tutor accedió al ruego, y pasados unos cuantos meses, ambas educandas salieron el mismo día del colegio, yendo Valeria a vivir a casa de Susana. La intimidad del hogar fomentó el cariño nacido en el convento.