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Actualizado: 12 de julio de 2025
Al verse junto a la puerta, vaciló un instante por el temor de hallarse con el molinero, a quien no hubiera podido ocultar en aquella sazón la cólera de que estaba poseído. Por fortuna había salido: sólo Rosa se hallaba en la cocina. Oyes... ¿conque tu padre te pega de palos para que te cases con tu tío? le preguntó con voz alterada, sin darle siquiera las buenas tardes.
Enrique vaciló algunos instantes, mas al fin se decidió a abrir con sigilo la puerta y escaparse por la escalera de servicio. Era Enrique un muchacho que guardaba en aquella época semejanza increíble con un perro ratonero de los que hoy tienen prestigio entre las damas; después se compuso bastante, pero aún es feo hasta donde un hombre de bien puede serlo.
Al contrario, no bien se recobró Juanita del susto y de la sorpresa, puso una cara tan feroz que daba miedo, a pesar de ser tan hermosa, y agarrando con ambas manos por los hombros a don Andrés, le sacudió lejos de sí con tal fuerza, que vaciló como ebrio y faltó poco para que cayese por tierra.
Creo que tiene visitas respondió el paje . Unas señoras.... ¿Qué señoras? Don Anacleto encogió los hombros con mucha gracia y sonrió. Don Fermín vaciló un momento, dio un paso atrás; pero en seguida volvió a adelantarlo y abrió una puerta de escape por donde desapareció.
Interesados enemigos míos me han reconocido, han hecho correr la voz entre el vulgo de que soy israelita y han causado el atropello de que yo hubiera sido víctima, si estos nobles caballeros no me socorren. ¿Y cuáles son tu condición y tu nombre? preguntó el Rey. Temeroso de que no le diesen crédito, vaciló en declararlos el anciano.
Esta insistencia de su segundo acabó por irritar á Ferragut, desvaneciendo su forzada bondad. ¡No hablemos más! dijo con arrogancia . Soy el capitán, y mando lo que quiero... He dado mi palabra, y no voy á faltar á ella por darte gusto... Hemos terminado. Vaciló Tòni, como si acabase de recibir un golpe en el pecho. Sus ojos volvieron á brillar, humedeciéndose.
¿Por qué no sangras á ese cerdo? dijo Joyana al oído á su amigo. Plutón guardó silencio. Se escanció dos copas de aguardiente y se las vertió en el estómago una tras otra. Luego se alzó del asiento y se acercó con indiferencia al grupo en que se hallaba Martinán. ¡Jesús! exclamó éste poniéndose pálido. ¡Me han herido! Se llevó ambas manos á la cintura, vaciló un instante y cayó desplomado.
Clavó en ellos los ojos, quiso dirigirse primero a uno y luego a otro, vaciló, llenarónsele las mejillas de lágrimas, y por último, extendiendo abiertos los brazos, cogió a los dos al mismo tiempo, les atrajo contra su pecho..., los apartó, tornó a mirarlos, y enloquecida de dudas y alegrías, apretándoles de nuevo contra sí, abarcando juntas las cabezas, se las cubrió de besos y caricias, mientras la aldeana, que la reconoció en seguida, gritaba con su dulce acento gallego: «Juan, está quieto; Pedro non te vayas.»
Mario se le puso delante con las manos cruzadas en actitud suplicante. Por lo que más quiera usted en este mundo, amigo García, le ruego que vayamos ahora mismo. ¡Pero si no hay tren, Sr. Costa! No importa, iremos en coche. Vaciló el delegado algunos instantes, puso varios reparos, pero al fin, vencido de las súplicas del desgraciado padre, se decidió a ir.
Cuando a Fortunato le ofrecieron el obispado de Vetusta, él vaciló; mejor dicho, se propuso pedir de rodillas que le dejaran en paz: pero Paula le amenazó con abandonarle. «¡Eso era absurdo!». Solo ya no podría vivir. «No por usted, señor; por el chico es necesario aceptar». «Acaso tenía razón». Camoirán aceptó por el chico... y fueron todos a Vetusta.
Palabra del Dia
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